Un ajuste improvisado frente a la bomba de tiempo

Alberto Fernández y Cristina Kirchner, en el último acto público que compartieron

Alberto Fernández empezó 2022 encerrado en la trampa del sistema que le toca conducir y que nunca se atrevió a arreglar. El gobierno del Frente de Todos opera como un conjunto de células, sin una voz de mando ni una mesa de coordinación. El Presidente tiene la firma y la vicepresidenta, un poder de veto amplio, mientras una miríada de actores con intereses no siempre coincidentes se reparte porciones de la gestión.

Nada la cuesta más a un gobierno de esas características que atenerse a un plan. Por eso sorprendió tanto cuando, la noche de las elecciones legislativas, Fernández anunció solemnemente que en los primeros días de diciembre iba a elevar al Congreso un programa económico plurianual que incluyera los términos de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reprogramar la deuda. La promesa se esfumó en el laberinto burocrático del peronismo unido, que solo funcionó hasta ahora a fuerza de parches y postergación.

El reloj de la bomba de tiempo se acelera hacia la fecha límite de finales de marzo cuando llega el primer vencimiento impagable con el Fondo. Martín Guzmán acaba de admitir en un medio español que no tiene los consensos políticos del exterior para el acuerdo. Omitió decir que el primer obstáculo ha sido la incompetencia argentina para presentar un programa creíble que revele las metas de saneamiento económico con las que aspira a convertirse en un deudor en condiciones de pagar. Pasaron dos años así. Llegó la hora de acomodar variables como sea.

El ministro Martin Guzmán se retira del Congreso de la Nación

Los miembros de mayor peso en el directorio del Fondo -con Estados Unidos a la cabeza- no compran la idea del "ajuste por crecimiento" que vende Guzmán. Exigen más precisión en el camino de reducción de déficit y objetivos realistas en términos de baja de la emisión, además de una política de tasas que permita recomponer las reservas del Banco Central.

No abunda la creatividad. El plan se va improvisando con una superposición de medidas para subir ingresos a partir de más impuestos y un achique del gasto por la vía de la quita de subsidios energéticos a usuarios de las zonas más prósperas. Al más alto nivel político llegan las discusiones de qué hacer con el tipo de cambio y cómo administrar la tasa de interés para contener el dólar sin frenar la economía.

En el apuro por diseñar un "ajuste invisible", sobre los hombros de los...

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