Agoniza la farsa del 'progresismo' populista

La última vez que se encontró con los jefes montoneros en Puerta de Hierro les contó un chiste sin gracia. Al cumplir doce años, el padre de Jacobo le anuncia que dejó su regalo encima del ropero y que necesitará una escalera para alcanzarlo. El chico, lleno de ilusión, busca una, trepa los peldaños a la carrera y cuando llega arriba descubre que el techo del armario está vacío. "Papá, aquí no hay nada", grita, sorprendido. El hombre agarra entonces la escalera y se la quita de un tirón, y Jacobo se viene abajo y se da un golpe doloroso: "Hijo mío, mi regalo es que aprendas a no confiar ni en tu padre".Se supone que Perón utilizó esa broma cruel a modo de suave amenaza contra los caciques de la "juventud maravillosa": los he encumbrado y soy su soporte político, pero puedo sacarles la escalera en cualquier momento. Más tarde, el General no se privó de una cita histórica para reforzar su mensaje. Les habló de Federico II el Grande. El emperador de Prusia, una vez que se afianzó en el trono y conquistó cuantiosos territorios, desarmó a buena parte de su ejército porque sus objetivos políticos habían cambiado. "Es -les explicó- una cuestión central porque las armas sirven para pelear, pero no se puede gobernar sentados en las bayonetas". Las dos anécdotas están en la página 61 de Los 70, la década que siempre vuelve, el flamante libro de Ceferino Reato. Como se sabe, los montoneros no decodificaron esas parábolas, se negaron a desarmarse y luego le declararon la guerra metiéndole 23 tiros al secretario general de la CGT, el máximo socio de Perón en la patria. Y Perón ordenó entonces perseguirlos a sangre y fuego, el gobierno justicialista perpetró crímenes de lesa humanidad y la terrible refriega peronista incendió la Argentina hasta que la más siniestra dictadura militar amplificó todas esas aberraciones y convirtió al país en un enorme cementerio. Tan presente se encuentra esa vieja historia que el kirchnerismo se considera el continuador de aquellos "ideales" de izquierda, algunos celebran el Día del Montonero, sus docentes hacen pedagogía en escuelas y facultades acerca de las aventuras de los antiguos "héroes", los medios públicos les dedican homenajes y loas, sus legisladores bonaerenses se niegan a recordar a José Ignacio Rucci y una sutil consigna atraviesa toda la militancia neocamporista: no permitir que Perón eclipse a . Las distintas izquierdas locales han quedado condicionadas por aquel apogeo trágico y por una serie de...

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