La agónica medalla dorada de Cristina

Termina hoy una semana brillante para el olimpismo kirchnerista. Cristina, esta Cristina devaluada, en brutal ocaso, castigada en los tribunales y en las encuestas, consiguió anteayer, mediante el fallo de la Corte, una imprevista medalla dorada. Es el premio al esfuerzo, al tesón, a la estrategia: ella activó durante años la bomba de las tarifas y programó todo para que le estallara al gobierno que la iba a suceder. Y así fue. Una Leona. Olvídense de Delpo, de la Pareto, de Lange, de los chicos del hockey. Sus triunfos fueron muy meritorios porque derrotaron a adversarios poderosos. Pero el de Cristina los opaca: consiguió que su principal rival, el Gobierno, jugara para ella. Dos equipos pateando contra el mismo arco. Eso es gol o gol. Me imagino la conmovedora escena del abrazo que se habrán dado con Lorenzetti en el vestuario, saltando y cantando: "Mauricio, decime qué se siente?".

El problema lo debe tener por estas horas un amigo con el que estuve el miércoles. Me contó que estaba feliz de ser víctima del tarifazo: vive en un buen piso en Recoleta y hasta mayo pagaba 14 pesos por mes de gas. "Irrisorio. Una vergüenza. Cuando empecé a pagar 300 fue como si dejara de robarle al Estado." Para arreglar el problema de mi amigo, y el monumental déficit fiscal que esa política provocaba, el Gobierno se puso guantes de boxeador y salió a repartir golpes. En estos Juegos de Río hemos visto muchas de esas peleas: como los combates duran sólo tres rounds, los más torpes se lanzan a un aquelarre de trompadas desde el primer minuto. Muy poca técnica, excesivo apuro, flancos que quedan abiertos para las réplicas. "Argentinos, tienen que entenderlo de una vez por todas: como hace mucho frío, apaguen las estufas", nos retó Macri con su fórmula mágica contra el tarifazo. La Casa Rosada nunca se planteó una pelea de largo aliento. Arremetió sin medir las consecuencias. Ahora está claro que le llenaron la cara de dedos.

De la importancia del paso al costado nos habló De Vido al escaparse el martes de la interpelación a Aranguren en el Congreso. Don Julio, un grande. Primero logró ser designado presidente de la Comisión de Energía, que es tanto como si a Pérez Corradi lo pusieran al frente de la lucha contra el narcotráfico, o como si a Lázaro Báez lo hicieran ministro de Obras Públicas, o a Josecito López, rector del monasterio de Moreno. Iba a poner que también equivale a que Héctor Timerman fuera de embajador a Teherán, pero de gracioso no tiene nada...

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