Una agenda que atrasó 50 años

Trece mujeres poderosas y espléndidas, que lucen outfits preparados durante meses, posan en las escalinatas de mármol de Villa Ocampo, en San Isidro. Son las del y están allí para almorzar, conocer la histórica casona y retozar a la sombra de árboles centenarios. , , siempre impecable, siempre perfecta. También el día, templado y luminoso, es perfecto.Con el mismo glamour, las señoras habían estado en la quinta de Olivos; por la noche, irían a la gala del Colón, y al día siguiente, almorzarían y recorrerían el Malba. Una "agenda cultural", fue la explicación oficial. Una agenda de otros tiempos, podría decirse. Llevar a las ilustres visitantes a conocer lindos lugares, comer cosas ricas, mostrar su ropa de autor y sacarse fotos no parece hacer juego con la era del , la búsqueda de y el #MeToo.Ninguna de las cuatro estaciones -Olivos, Villa Ocampo, Colón y Malba- es per se objetable, desde luego. Es un recorrido por la historia, las letras, la música, la danza y el arte. Pero el paisaje ofrecía un brutal contraste: por un lado, los líderes del G-20 en febriles reuniones tratando (se supone) de arreglar un mundo convulsionado por conflictos armados, guerras comerciales, migraciones masivas y la degradación del medio ambiente; por el otro, ellas, mundanas, paseanderas, leves. No porque lo hubiesen pedido ni querido, sino porque se las ciñó a un programa conceptualmente opuesto al de sus maridos y propio de los tiempos en los que a la mujer se le daba, de hecho y de derecho, un papel secundario en la sociedad. Damas de compañía.Ellos, líderes globales, revolearon audífonos, hicieron declaraciones filosas, protagonizaron polémicos saludos y llegaron a acuerdos que tendrán consecuencias en las vidas de millones de personas. Su lenguaje gestual fue analizado en clave política, ya que sus cuerpos hablan de lo que representan y de lo que vinieron a negociar. A ellas, en cambio, se las juzgó sobre todo en términos de estilismo. Su ropa y sus zapatos fueron los protagonistas de una red carpet interminable; sus gestos, de cordialidad previsible, y sus actividades, más bien insustanciales, apenas pueden ser considerados desde un registro estético. Las...

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