El adiós se suma a los seis meses de lamentos de River

A River no le sale nada, ni siquiera cuando hace lo suficiente para que le vaya mejor. Condenado hasta cuando no hay pruebas contundentes en su contra. Hay dinámicas negativas que no se clausuran ni con un esfuerzo mayúsculo como el de anoche. Jugó para seguir en la Copa, para tener otra oportunidad, pero se tuvo que ir. Hasta las victorias son amargas para este River. Un 1-0 que debió ser goleada, que podía encumbrar a alguno de sus jugadores, pero se encontró con que el héroe estaba del otro lado. Si Librado Azcona cuenta todo lo que atajó anoche es posible que el que no vio el partido no le crea, que lo trate de exagerado. Pero ahí están los videos para testificar que fue un arquero con tenazas por manos, con reflejos de un gato, con el arrojo de una fiera. Y cuando su inmensa humanidad no alcanzaba, el travesaño lo asistió un par de veces.

La amenaza latente, esa que tanto temía, a River se le hizo realidad: en cuatro meses se le acabó el semestre. Un hondo vacío lo embarga. Otra vez no tiene más estímulo ni motivación que la de reconstruirse, empresa que había acometido después del Mundial de Clubes, pero que sigue inconclusa, no termina de tomar forma ni en los nombres ni en los resultados.

No hubo partido redentor, el que sirve para barrer debajo de la alfombra todos los desperdicios que se fueron acumulando. Lo de River estuvo en la tónica de lo que viene siendo su año: se va frustrado en un encuentro importante, en una final anticipada, no tanto por lo que era el rival, sino por lo que estaba en juego. River entrega prematuramente su título de campeón de la Copa Libertadores con otra promesa incumplida de que iba a enderezar el rumbo.

Es evidente que River arrastra un déficit de confianza y de certezas futbolísticas. Esas carencias se agrandan en un cotejo como el de anoche, en el que no puede llevar al marcador su insistencia ofensiva, una incontable cantidad de remates, el acoso al que sometió al equipo ecuatoriano. Para un equipo que viene a los tumbos, verse negado frente al arco lo intranquiliza más, le aumenta las urgencias, le hace más visibles los fantasmas que lo sobrevuelan últimamente. Cuanto más llegaba, más ansioso se ponía River por no poder dar la puntada final.

No hay equipo con buen suceso sin eficacia ni contundencia. Y River no las tuvo. En buena parte se...

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