¿Adiós al diván?

Una cabaña alejada en medio de un bosque silencioso. Es el lugar calmo que Silvina Icardi visualiza cada vez que necesita bajar sus niveles de ansiedad. Una suerte de refugio mental donde ella descansa cuando algo la agobia, la inquieta o la atormenta. Y es una de las tantas herramientas que incorporó de la terapia Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR, según sus siglas en inglés) que inició luego de años de deambular por consultorios de psicólogos y psiquiatras que no llegaban nunca a sanar esas heridas abiertas y profundas que arrastraba desde su adolescencia. "A los 16 años empecé con ataques de pánico y de ansiedad. Me traté con varios profesionales, pero siempre sentía que algo faltaba, que salía del consultorio peor de cómo entraba. Y entonces empecé a buscar alternativas, a investigar por mi cuenta. Así llegué a la EMDR, que es la que realmente me ayudó", asegura Silvina, de 39 años.

En el país con más psicólogos per cápita del mundo -hay 82.776 activos, es decir, casi 200 profesionales de la salud mental por cada 100.000 habitantes, según la información publicada en el Atlas de Salud Mental de 2014, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS)-, las terapias alternativas ganan terreno entre las más tradicionales, dentro de las que se cuenta el psicoanálisis. Aunque muchas de estas nuevas terapias dicen tomar los conceptos acuñados por Sigmund Freud -algo que les aporta una gran cuota de credibilidad- la realidad es que lo que las hace populares es que proponen un abordaje totalmente distinto: tratamientos más cortos, focalizados en cuestiones puntuales y que en su mayoría incorporan el cuerpo como elemento fundamental de trabajo.

Desde EMDR, pasando por bioenergética, constelaciones familiares, memoria celular, coaching ontológico hasta mindfulness, la búsqueda del bienestar o de sanación emocional es amplia y muchas veces complementaria de las terapias psicoanalíticas formales. En otros casos, en cambio, es consecuencia de una ruptura (producto del desencanto) de los métodos más tradicionales. "El EMDR va directo a lo que te pasa, te hace salir más rápido de esa zona de oscuridad -plantea Silvina-. Lo que te demanda tres años de psicoanálisis convencional, acá te lleva uno. Y cuando dejás el consultorio no te vas angustiada o sintiendo que te dieron una paliza. Antes de «cortar» se hace una relajación que busca bajar la mente a un estado de paz. Es ese lugar calmo que uno se construye psíquicamente", dice Silvina, que ahora empezó a estudiar Psicología.

Alejandra Ferreiro, psicoterapeuta miembro de EMDR Iberoamérica Argentina, sostiene que son todas miradas del psiquismo. En su propuesta terapéutica abierta busca ampliar esa mirada sobre la psiquis: "Los avances en el campo de las psicoterapias permiten ofrecer hoy a los pacientes un abordaje multidimensional que respete la complejidad humana. Hay gente que llega desgastada...

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