Una acción que demanda un fuerte financiamiento estatal

Leyeron y escribieron centenares de tratados, pero los hombres que estudian cómo financiar los grandes proyectos de infraestructura llegaron a una simple conclusión. El dinero para construirlos sale mayoritariamente de dos lugares: del Estado o de los bolsillos de los usuarios.

Dentro de cada uno de esos universos hay un sinfín de variantes, pero, finalmente, el dinero sale de una caja o de otra.

El plan que tiene en carpeta el ministro de Transporte de la Nación, Guillermo Dietrich, para construir autopistas y mejorar las rutas no es la excepción. Según informaron, habrá financiamiento del Tesoro.

En los pasillos del ministerio cuentan que el 90% lo pondrá el Estado, mientras que el resto vendrá de créditos de organismos multilaterales. Es decir, financiación pública 100%, ya que el dinero adelantado para la obra hay que devolverlo en cuotas y con interés bajo, pero hay que pagarlas.

Los privados, sean empresarios o usuarios, se retiraron hace tiempo. Los primeros huyeron de proyectos a largo plazo en un país que cambia las reglas cada vez que alguna le incomoda, además de que tiene una moneda, el peso, que se ha devaluado a lo largo de los años frente a las divisas fuertes. Pueden regresar, pero llevará tiempo.

Los usuarios dejaron de ser fuente de financiamiento. En este universo se contribuye con una tarifa que repague los gastos de operación de una concesión determinada, que asegure una ganancia a quien explota o administra y que deje un porcentaje para poder invertir en infraestructura. De más está decir que hace años que las tarifas alcanzan para remunerar poca cosa. De ahí los subsidios.

Hace años que se enuncian planes de infraestructura que suman tantos ceros que no entran en una calculadora. Todos con financiamiento del Estado. Pocos se concretaron, por una simple razón que se explica en tres pasos: tarifas quietas, subsidios cada vez más grandes y nuevo destino de los fondos, que pasaban de la inversión a sostener el déficit. El reto del Gobierno es lograr bajar la dependencia de varios servicios públicos y redireccionar las partidas. Si fuera una familia, dejar de ir a comer afuera para empezar a ahorrar para pintar o cambiar una puerta.

El sistema de peajes de la Argentina es deficitario...

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