La abuela peregrina: a los 91, caminó sola de Tucumán a Luján

Nunca había escuchado nada sobre la Virgen de Luján. Recién supo de su existencia por el papa Francisco y su devoción hacia ella. Fue entonces que Emma Moronsini se propuso que antes de que su vida terminase iría a visitarla a su Basílica acá en la Argentina. Ayer, a los 91 años, después de casi tres meses, Emma se dio ese gusto. Sonó hasta redundante cuando al cruzar la puerta de la Basílica, rodeada de una multitud que se había acercado a recibirla, manifestara su felicidad por estar ahí. Su cara ya lo decía todo pese a los magullones y los más de 1200 kilómetros que había caminado sola desde San Miguel de Tucumán, desde donde partió el 27 de diciembre, hasta su llegada a Luján. Cumplido el propósito ahora espera el sueño: conocer al papa Francisco en Roma, el próximo 22 de abril.

, como se la bautizó en la que siguió su derrotero por los distintos pueblos y localidades por los que pasó, nació en Castiglione delle Stiviere, una localidad de la provincia de Mantova, en el norte de Italia. Desde hace 25 años que peregrina por el mundo. Lo hace una vez al año, con el objetivo de terminar su recorrido en algún santuario. En su lista ya tachó México, Portugal, España, Polonia, Israel, y Brasil, donde por ejemplo caminó desde Salvador hasta el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida en San Pablo. Se calcula que ya caminó más de 35.000 kilómetros. Y ahora le tocó a la Argentina. Pero no se trata de caminar por caminar. Emma lleva su mensaje, su sacrificio en pos de la paz mundial y de las generaciones más jóvenes.

"No es que yo tenga ningún atributo especial, soy igual a todos ustedes: tengo dos piernas, dos brazos, una cabeza. Nada especial". Es lo que responde Emma en un italiano con pizcas de español, durante una entrevista en Capitán Sarmiento, una de las tantas que dio y uno de los tantos pueblos en los que compartió su alegría, su fortaleza y ganas de vivir.

Tal como dijo, no hay secretos, tan sólo rutinas. Salir a la ruta al alba, a las 6.30, y caminar durante toda la mañana para llegar al próximo pueblo al mediodía, donde siempre la recibió un grupo de vecinos para charlar con ella, abrazarla y acompañarla hasta la casa de la familia que ya se había inscripto para alojarla esa noche. Una siesta, y por qué no tomar unos mates con el coro parroquial en la plaza del pueblo como hizo en Tortugas, provincia de Santa Fe, o visitar un hogar de chicos con discapacidades, participar de una misa, o recorrer la ciudad en helicóptero o avioneta...

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