El abismo del 'otro modelo'

Paros, piedras y piquetes. Misas, homilías y sermones. Discursos, arengas y peroratas. La contracumbre, los sindicatos, algunos radicales, algunos obispos, numerosos curas, distintos gobernadores, muchos empresarios, los movimientos sociales y los encapuchados piden, a viva voz o en sottovoce, un cambio de política económica. Que no haya ajuste, sino reactivación; crecimiento en lugar de achicamiento. Al unísono, reclaman el "otro modelo".Por más que la izquierda sueñe con eliminar la propiedad privada de los medios de producción, la realidad es que en la Argentina hay solo otro modelo alternativo: el populista, aplicado desde 1943 hasta ahora (salvo breves excepciones), como si la Segunda Guerra Mundial aún continuase y la cobarde neutralidad nos atiborrase de lingotes de oro.Ese "otro modelo", experimentado durante 75 años, nos condujo a donde estamos. Se fundamenta en dos pilares: la renta agropecuaria y el Banco Central. Las retenciones y la emisión. El populismo es pícaro y conoce sus limitaciones: sabe que jamás podrá atraer capitales en forma voluntaria, sin prebendas o negocios garantizados. Es un capitalismo sin capital. Por eso es pura cháchara, pura alquimia, para transmutar discursos y decretos en riqueza, como lo pretendía Hermes Trismegisto.El "otro modelo" predica la justicia social, sustituyendo al mercado por la concertación entre capital y trabajo, mediada por la gestión del Estado. Los precios deben ser justos y los salarios deben ser dignos. ¿La solución? Que los precios absorban los costos laborales y el peso del Estado, creando una alianza espuria entre empresarios, sindicalistas y políticos. En ese contubernio concertado, en una economía cerrada, los primeros tolerarán con benevolencia las distorsiones laborales, silenciarán los abusos sindicales e ignorarán las cajas negras de las obras sociales. Como contrapartida, podrán controlar las reparticiones que los afectan, retribuyendo la complicidad con bolsas o paquetes, en oficinas o baños.¿Exportaciones industriales? Imposibles con el "otro modelo" pues entre la carga fiscal y el "costo argentino", los precios quedan siempre descolocados. Salvo que existan subsidios o negocios digitados, como la "embajada paralela" en Venezuela (Claudio Uberti, 2002); las misiones a Angola (Guillermo Moreno, 2012) o aún, como las exportaciones de autos a Cuba (Gelbard, 1974) que nuestra entidad rectora abonó a los fabricantes, guardándose ese "clavo" en su contabilidad, pues Cuba jamás...

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