Burundanga: la droga que asusta a todos, pero que aún nadie vio

Le pasó a la hermana de un primo de un amigo. Se supo a través de una cadena de mails de incomprobable procedencia y se contó mil veces en charlas de café o sobremesas. La burundanga -esa droga que, supuestamente, en segundos adormece a las víctimas para dejarlas a merced de delincuentes- está entre nosotros, aunque no se haya podido comprobar si las historias que se cuentan son reales.La ciencia desmiente que una droga pueda actuar con la rapidez que le atribuyen a la escopolamina, tal su nombre científico.Carlos Damín, director de Toxicología del Hospital Fernández, explica que tiene uso oftalmológico y que viene en polvo, gotas o ampollas, pero agrega: "No existe sustancia que espolvoreada genere un efecto inmediato". Pese a ello, el temor y la psicosis, hasta el momento, van ganando la partida., proviene de un grupo de plantas, varias de ellas de origen americano, con propiedades psicoactivas que han sido utilizadas a lo largo de cientos de años como hierbas medicinales, tales como el cacao, el sabanero, la datura y la mandrágora.Para Damin, se necesita de un rato largo para que la droga produzca efecto. Aclaró que las llamadas "viudas negras" en bebidas, y luego de una larga charla, adormecen a los hombres, los llevan a sus casas y luego les roban."Produce un cuadro sintomático que puede ser aprovechado por los delincuentes, pues causa mareos, presión en el cuello, más presión cardíaca, boca pastosa, sensación de ahogo, desorientación y, dependiendo de la dosis ingerida, puede generar alucinaciones", comentó.En los mails que circulan a diario, se cuentan diferentes historias, como la de un hombre mayor en el barrio de San Telmo que ataca a mujeres, hasta la de un taxista que le dio una estampita a una mujer llamada Lucila, a la que le generó mareos instantáneos. En la mayoría de los correos, los firmantes figuran sólo con su nombre de pila.LA NACION habló con Lucila, que señaló que, aunque la historia es cierta, ella no redactó el mail. "Está todo cambiado y exagerado, yo no fui al médico, porque fue sólo un mareo", dijo la mujer, que prefirió ponerle punto final a la historia.Como todos los días, Santos Zavalía, de 22 años, había quedado en reunirse, a las 12, con sus amigos en Panamericana y Márquez, en San Isidro, una zona de gran movimiento y varias paradas de colectivos. Recuerda que mientras esperaba, dos hombres, de entre 35 y 40 años, cargados con bolsas pasaron a su lado. Uno, que caminaba con muletas, le pidió ayuda. "Me podrás dar una...

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