La cultura se debate por Tinelli

En tiempos urgentes, la fama paga más rápido que el prestigio y permite soñar con tener en la manga el as de espada con la pretensión de ganar elecciones o ser una máquina de vender entradas, discos o libros.Pero nada está absolutamente garantizado. Se puede ser conocido y, al mismo tiempo, magro en boleterías. Le pasaba a Ricky Fort: acumulaba más fans fuera del teatro, prestos a sacarse fotos con su ídolo, que dentro de las salas donde se presentaba. A , es cierto, una imitación en ShowMatch lo ayudó a ganarle a en las elecciones de 2009. Pero esa buena performance no volvió a repetirse.Tampoco se sabe qué resultados obtendrá, y en qué lista, Martín Insaurralde, quien pasó de ser candidato de la Presidenta, poco conocido, a archifamoso novio de la vedette Jésica Cirio. Por eso es invitado habitual a seguir los pasos de su prometida en el "Bailando por un sueño" y goza de un rating regalado.La industria de la fama fascina a los políticos que, a falta de ideologías y planes concretos, prefieren arrimarse a la farándula y parecerse a ella, imitando sus tics, escándalos y veleidades. Pura cáscara.Antes se mezquinaban las distinciones de la Legislatura porteña para hacerlas únicas y valiosas, pero desde hace tiempo se prodigan con tanta facilidad y frecuencia, que han terminado por convertirlas en una rutina discutible y devaluada.En ese contexto, aún no se han acallado los ecos por laSi se coincide que hay una tríada de nombres que para bien o para mal podrían definir buena parte del ser nacional -peronismo/Maradona/Tinelli-, no habría cómo objetar que, en un sentido muy amplio de la palabra cultura, el conductor de...

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