Veinte años y un imperativo: cumplir la Constitución

Se cumplen mañana veinte años desde la . Desde este espacio editorial, podríamos hoy reiterar muchas de las fundadas críticas que formulamos tan pronto como la Convención Reformadora que se reunió en Santa Fe y en Paraná concluyera su labor. Sin embargo, así como resultaría impertinente negar la legitimidad del proceso de reforma, las circunstancias que vive actualmente el país imponen otra apelación, posiblemente más dramática: la importancia de que todos, ciudadanos y gobernantes, tomemos conciencia de la necesidad de respetar nuestra Constitución.El proceso que derivó en la última reforma constitucional, como se sabe, nació en 1993 de la mano de una suerte de pecado original, en tanto fue gestado a partir del único propósito del entonces presidente Carlos Menem de obtener una reelección inmediata que la Constitución de 185360 sabiamente no contemplaba. El objetivo de Menem pudo ser cumplido merced al recordado Pacto de Olivos con su antecesor, Raúl Alfonsín, quien logró incorporar al proyecto de reforma algunas cláusulas tendientes a un mayor equilibrio en el Senado, mediante la incorporación del tercer senador por cada distrito, en representación de la oposición, y otras para atenuar el hiperpresidencialismo, entre las que se hallaba la creación de la figura de la Jefatura de Gabinete de Ministros.Ninguna de estas últimas modificaciones ha servido hasta ahora para garantizar los fines buscados. La inclusión del tercer senador ha tendido a debilitar a la Cámara alta, en tanto los senadores, en la mayoría de los casos, no se comportan hoy como representantes de sus provincias a la hora de debatir las leyes, sino como voceros de sus respectivos partidos políticos –algo que se magnifica en el caso de la fuerza gobernante–, duplicando así el esquema que impera en la Cámara de Diputados.La institución del jefe de Gabinete, en tanto, parece no tener mayor sentido cuando los dos últimos presidentes de la República han prescindido de las reuniones del gabinete de ministros, un cuerpo que, desde sus orígenes, sirvió para recortar el poder monárquico.Lejos ha estado la reforma constitucional de atenuar las facultades del Poder Ejecutivo. Es más, la introducción de la posibilidad de que el presidente dicte decretos de necesidad y urgencia, que no estaba contemplada hasta ese momento en la Constitución, le brindó mayores prerrogativas aún. La deficiente norma con la que el Congreso reglamentó el dictado de esos decretos convalidó un aumento de las...

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