La transformación urbana de valladolid por el proceso desamortizador

AutorGermán Rueda Hernanz
Cargo del AutorCatedrático de Historia Contemporánea Universidad de Cantabria
Páginas153-182

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A lo largo del siglo XIX, Valladolid tuvo una profunda transformación que afectó más al sur que al norte de la ciudad. Como han señalado B. Calderón175 y A. Álvarez176, la remodelación se dio especialmente en el cuadrante de la Plaza Mayor a la estación de ferrocarril y desde el Pisuerga hasta la calle López Gómez. Una de las líneas de fuerza del cambio fue abrir una vía rápida y recta que uniera la Plaza Mayor con la estación, cubriendo el Esgueva y generando nuevas calles como Duque de la Victoria y Gamazo, entre otras. Al tiempo se construía un caserío de seis o siete pisos de altura con edificios privados y públicos representativos de una nueva sociedad. Veamos qué papel tuvo la desamortización en este cambio.

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Aun cuando la imagen que evoca el proceso desamortizador consiste en la celebración de subastas públicas en que pujaban los licitantes para adjudicarse los derechos sobre la tierra, una parte muy significativa del patrimonio nacionalizado y ahora privatizado afecta, no obstante, a fincas urbanas, entendiendo por tales casas, solares, molinos, conventos, bodegas, paneras, etc. Su repercusión en los recintos urbanos no debe ser infravalorada177. La desamortización de estos inmuebles contribuye en la España del siglo XIX a la transformación del modelo urbano.

En concreto, Valladolid, que había sido capital de un Imperio, mostraba a finales del siglo XVIII los restos de aquella situación. Se encontraba en fase degradante, marcada por el predominio del caserío amortizado y el tono hegemónico de los edificios religiosos. En el siglo XIX, especialmente desde los años 40, se transforma en una ciudad liberal, caracterizada por la parcial desaparición del viejo caserío, crecimiento en altura, apertura de nuevas vías y perspectivas urbanas, presencia de los edificios públicos, ensanches, etc.

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1. Caracteres generales del patrimonio urbano desamortizado

El patrimonio urbano178 enajenado en subasta estuvo compuesto por un total de casi 750 fincas179 en propiedad plena180. El valor de estos inmuebles, según las últimas rajas de los compradores en las subastas, ascendió a cerca de 25.000.000 reales.

Patrimonio urbano desamortizado en propiedad plena (1798-1868)

Casas Conventos Molinos Otras Total Remate(reales)
1798-1808 243 0 0 21 264 4.251.640
1820-1823 41 2 3 3 49 2.522.670
1836-1853 310 4 2 18 334 12.487.886
1855-1868 94 0 0 2 96 5.398.421
TOTAL 688 6 5 44 743 24.660.617

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Cerca de 700 casas fueron los edificios más frecuentes, seguidos a gran distancia de bodegas, paneras y otras fincas que complementan las prácticas agrícolas. Sin embargo, si se atiende al valor de tasación fijado por los peritos, debe ser rescatado a lugares de privilegio el conjunto de edificios compuesto por molinos y conventos.

El significado de los molinos harineros -ingenio imprescindible para la transformación de los cereales- era enorme en una economía agraria como la vallisoletana del siglo XIX. En la ciudad había cinco en manos de entidades religiosas. Sus propietarios (uno, el Cabildo Catedralicio de Valladolid, y cuatro comunidades de regulares de Valladolid) ejercían así el monopolio de la maquila: pago en especie que percibía el clero por prestar el servicio de la molienda.

A diferencia de la privatización de otras fincas urbanas, serán comerciantes y labradores de la capital, dedicados al negocio de la harina, quienes rematen los molinos localizados en los cauces fluviales. Los compradores son dos comerciantes y dos propietarios de tierras (Santos Rábago, importante labrador, adquiere dos molinos). Los agricultores (nuevos empresarios que derivarán en fábricas de harinas) molturarán sus propias cosechas en los molinos adquiridos, además de servirse de ellos como negocio al moler los cereales de los labradores del contorno. De este modo, las leyes desamortizadoras contribuyen al desarrollo de la naciente burguesía harinera provincial que, en ocasiones, levantará modernas fábricas de harina sobre los viejos molinos eclesiásticos.

Valladolid era una ciudad tan conventual o más que palaciega. Al comenzar el proceso desamortizador en el siglo XVIII contaba con 48 conventos o monasterios. Los edificios conventuales Page 157merecen especial atención. Uno de los problemas inherentes a la legislación desamortizadora fue la búsqueda de un destino específico para los monasterios y conventos.

Según el Real Decreto del 25 de enero de 1836, los edificios confiscados podrían acomodarse, según su capacidad y estado de conservación, a los siguientes destinos: cuarteles, hospitales y cárceles; posibilitar la apertura de nuevas calles y el ensanche de las ya existentes; permitir la creación de plazas y mercados de nueva planta; por último, formar parte de los bienes nacionales sujetos a enajenación a los particulares.

En consonancia con este espíritu, el Real Decreto del 19 de febrero de 1836 (de desamortización de los bienes del clero regular) exceptuaba de la venta aquellos edificios que "el Gobierno destine para el servicio público o para conservar monumentos de las artes o para honrar la memoria de hazañas nacionales".

Asimismo, quedaban a disposición de los obispos las iglesias de los monasterios que creyeran conveniente destinarlas a uso parroquial. De este modo se distinguía entre iglesias de monasterios abiertas al público y templos cerrados. Dos objetivos muy distintos informan, pues, la legislación desamortizadora de los edificios conventuales: la primera, la defensa de bienes de valor artístico y de utilidad pública; la segunda, la enajenación a los particulares de los edificios como fuente de ingresos para la Hacienda Pública. El destino de los edificios podría salvar la riqueza artística o cubrir necesidades hacendísticas.

Las instrucciones gubernativas tuvieron poco éxito. Entre tanto, las graves necesidades del gobierno, la falta de dinero y la poca sensibilidad pública dejaron su huella en el tesoro artístico, según atestigua la demolición de muchos edificios de interés artístico, la venta a particulares sin garantías de conservación, y el claro abandono de otros edificios expuestos a la rapiña y la destrucción sistemática. Se suceden innumerables circulares que reclaman, de las autoridades de cada provincia,Page 158la relación de edificios útiles de conventos suprimidos, y de las corporaciones municipales, las solicitudes correspondientes de utilidad pública.

Aún en 1845 se insiste en la necesaria clasificación ordenada de los edificios conventuales para su acomodo a uso civil de utilidad pública, conversión en monumento o enajenación: "cuarteles, presidios, cárceles, casas de corrección o beneficencia, hospitales, escuelas, fábricas y otros establecimientos públicos o de conveniencia más o menos general, o asimismo para conservarlos como monumentos histórico-artísticos o quedar sus iglesias consagradas al Culto Divino".

Ante el estado de ruina y abandono de los edificios conventuales que permanecían en manos de la Administración, las autoridades decidieron paliar el deterioro y desaparición -tan lastimosa como estéril para la nación- de los edificios conventuales con la entrega a censo de los mismos. La propiedad absoluta seguía en poder del Estado y la cesión afectaba sólo al disfrute de los edificios, al tiempo que se prohibía cualquier obra sin autorización que repercutiera en la forma de la planta o en la ornamentación de los edificios conventuales.

Mis estudios al respecto181 sirven para conocer el destino de buena parte de los edificios conventuales en Valladolid. A muchos conventos el Estado les asignó un uso concreto, por lo que fueron exceptuados de la venta a particulares. Una muestra representativa de los mismos podría ser la siguiente:

  1. Conventos dedicados a usos militares: en la ciudad de Valladolid estuvieron ocupados temporalmente para usos militares el colegio de San Gregorio, el convento de la Merced Calzada y el Monasterio de San Benito. Suerte similar corrieron durante Page 159algunos años los conventos de Jesuitas de San Ignacio, Mercenarios Calzados y Capuchinos.

  2. Conventos destinados a fines benéficos, docentes, culturales y usos públicos: a fines docentes se destinaron los conventos de Premostratenses y San Diego (escuelas de párvulos). La espaciosa huerta del Carmen Calzado y su iglesia fueron dedicados al nuevo cementerio de la ciudad. El convento de Carmelitas Calzados, un hospital militar. Finalmente, funcionaron como presidios los conventos de Jerónimos de Nuestra Señora del Prado, Dominicos de San Pablo y el Colegio de San Gregorio.

  3. Conventos arrendados para actividades industriales: así sucede con el convento de los Trinitarios Calzados y la instalación de una fábrica de lienzos, y con el convento de las monjas de Belén para fábrica de vidrio.

  4. Conventos donde perviven las comunidades de monjas. en esta situación se encuentran algunas comunidades de la ciudad de Valladolid, que siguen viviendo en sus conventos, como las monjas de Santa Clara, Bernardas de San Quirce, Franciscas de la Concepción, Dominicas de Portacoeli, Brígidas del Salvador y Lauras.

  5. Conventos sin uso específico: algunos conventos quedaron sin uso, destruyéndose poco a poco. Éste es el caso del colegio de Agustinos de San Gabriel y el convento de Agustinos Calzados.

    La enajenación a particulares afectó a seis conventos y monasterios de Valladolid, cuyos edificios no tuvieron uso público: Agustinas Recoletas, Agustinos Recoletos, Carmelitas Descalzas, Carmelitas Descalzos, Franciscanos Observantes y Mínimos San Francisco.

    En el momento de proceder a las subastas algunos conventos estaban reducidos ya a simples solares, como resultado de las destrucciones de la Guerra de la Independencia. No obstante, el valor conjunto de estos inmuebles es...

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