El sujeto humano en cuanto conoce y actúa

AutorEduardo Morón Alcain
Cargo del AutorAbogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales
Páginas99-142

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La actitud tomada en este trabajo ha sido de dirigir primeramente la atención al ser, al mundo y, en general, a todo lo que está enfrente (objectum) y a lo que nos rodea, y entendemos que ésa es la postura intelectual espontánea y natural, porque es lo primero como objeto directo del conocimiento. Luego, ese conocimiento vuelve sobre sí mismo en la reflexión, y con el advenimiento de la Edad Moderna se razona sobre el mismo como los tratados sobre el entendimiento de John LOCKE, BERKELEY y HUME y, más tarde, con la crítica de KANT, considerándose sus posibilidades, sus límites y sus formas de inteligir. Así también se procedió en el pensamiento filosófico de la Hélade, en que después de los sistemas grandes y confiados de los presocráticos, los sofistas cuestionaron al mismo conocimiento concluyendo muchas veces, como lo hemos visto en la cita que se ha hecho de GORGIAS y bastante más tarde con PIRRÓN, en el escepticismo.

Lo que intentamos en este capítulo es referirnos nuevamente al hombre pero no en cuanto lleva consigo elementos o, si se quiere estructuras objetivas, sino ahora, en cuanto es quien desde sí conoce y obra.

Aunque los temas objetivos han sido tratados siempre y aún profundamente, en la Edad Moderna vinieron a ocupar un lugar limitado en la filosofía. Pero, como se ha señalado en el párrafo anterior, han sido principalmente, el entendimiento y el conocimiento los que vinieron a ocupar el primer lugar y hasta de manera exclusiva en toda consideración filosófica, lo que fue denominado por algunas corrientes como gnoseología. El estudio de ambos, entendimiento y conocimiento, fue lo primero; luego la preocupación se dirigió a la epistemología y a la metodología de las ciencias particulares, y también a la aparición de la importante lógica moderna, llegándose a olvidar su o sus primeros objetos propios, como el ser y todo lo que de él depende, en otras palabras, de la metafísica u ontología. Page 100

Después han sido no ya las ideas o el conocimiento sino los signos y la expresión de estos últimos, es decir, las palabras, la lingüística, la que durante un tiempo ha cubierto gran parte de la atención del pensamiento. La progresión ha sido, por tanto, la siguiente: 1) el ser; 2) las ideas, el conocimiento, las nuevas formas de pensamiento de la lógica, la metodología y epistemología de las ciencias, fuesen éstas de la naturaleza o después de las denominadas del espíritu o de la cultura, y 3) el lenguaje. De ninguna manera podríamos rechazar la preocupación por estas últimas etapas; son dignas y necesarias de estudio; la que estimamos como equivocación es la absorción totalizante por parte de ellas y el descuido u olvido de lo anterior.

Hemos seguido entonces aquí la dirección tradicional de la filosofía con atención al ser, contando con una primera confianza en nuestro entendimiento que, lógicamente, debe ser también objeto de sana crítica y análisis.

Se ha tratado ya, como se ha dicho, sobre la naturaleza del hombre y lo referente a lo humano como objeto de estudio, y en este capítulo se reflexiona sobre las facultades y los poderes de este mismo sujeto, que constituyen su naturaleza para conocer y actuar en el mundo. En esta vuelta sobre sí en la consideración de las propias facultades y propiedades de su propio ser para relacionarse con lo que le es dado u objetivo, en algunos aspectos, bien podrían haber sido incluidos quizás en el capítulo anterior.

Nos dice ARISTÓTELES que "el intelecto es capaz también entonces, de inteligirse a sí mismo"130, por eso es que vuelto sobre sí el intelecto se pregunta sobre sus acciones, de qué clase es su facultad, si es sólo sensible o de una naturaleza distinta y superior, inmaterial, cuál es la capacidad o poder de esa facultad, y a qué alcance o nivel con respecto al conocimiento puede llegar. Las respuestas han sido muy diferentes: los dogmatismos acríticos, los escepticismos y agnosticismos, el criticismo, los empirismos, los pragmatismos, los positivismos sensistas y materialistas, lógicos, lingüísticos y los idealismos. Ante esa multiplicidad de posturas intelectuales frente al conocimiento, sobre todo de las que se aplican a los temas más profundos y que son los más necesarios para orientar nuestra existencia, podemos llegar no sólo a la duda e instalarnos en ella con una actitud de absoluta perplejidad, o salir de ella pensando que nuestra inclinación y deseos de conocer no pueden resultar del todo falsos, fallidos, condenándonos en definitiva, a un nihilismo o a una falsa resignación frente a nuestro fracaso como seres que nos consideramos racionales y que con esa razón Page 101 deben orientarse en la existencia personal y en su proyección social. Es por eso que, naturalmente y en forma espontánea, los hombres en la vida común, e igualmente para formar las ciencias y la propia filosofía, han tenido y han de tener posturas intelectuales naturalmente realistas, es decir, aceptando la existencia objetiva del ser, del mundo, de la realidad a los que hay que conocer; pero aquí también debemos aceptar que nuestro conocimiento no ha de limitarse a lo fenoménico, sino también a planos más profundos que los de esas apariencias, por valiosos que sean esos conocimientos científicos. Claro está, ese realismo no puede ser dogmático, sino inteligentemente crítico.

No se nos puede ocultar, por lo universalmente evidente, que el ser humano, todo hombre, conoce, y que con ese conocimiento orienta su vida, y esto no sólo en el orden personal, sino también en el grupal; así ha atravesado los miles o decenas de miles de años desde que está en esta tierra. Estamos en la seguridad de que habiendo llegado a un desarrollo inmenso de lo racional que orienta y dirige los maravillosos inventos (tecnología) que ahora vivimos, no puede haber cambiado y no ha cambiado esa estructura esencial, natural de lo humano; la razón sigue y seguirá orientando, aunque no siempre rectamente, la vida de los hombres, por lo menos en su conducta diaria, y tampoco puede discutirse, en lo que se refiere a la fabricación de útiles e instrumentos de que se vale para vivir, satisfacer sus necesidades primarias y desarrollarse humanamente, la recta ratio factibilium. Lamentablemente, y la experiencia histórica y actual nos lo prueban, también ha usado su razón, y cada vez con más eficiencia, para destruirse con los mismos instrumentos que elabora. Podría pensarse que la razón práctica empleada para dirigir el hacer ha crecido desmesuradamente sin la suficiente compensación del empleo de la misma razón para dirigir y orientar el obrar.

Llamaría mucho la atención que esta razón que ilumina nuestro mundo para que podamos conocerlo y vivir en él, que nos presta sus ideas y nos muestra los medios para hacer objetos que son medios para dominarlo, estuviese ausente en lo que se refiere al obrar, es decir, para guiar nuestras vidas para hacer el bien, para hacernos mejores y mejorar a nuestras sociedades, y que tan sólo fuésemos guiados en terrenos tan importantes y capitales de nuestro existir únicamente por una voluntad que sólo quiere, o por la vida de sentimientos, que si no están anclados en la razón llegan a ser tan volubles y también ciegos.

Existiendo en el mundo como seres con conocimiento, damos por sentado que ese mundo existe y que nosotros contamos con él para vivir. Más arriba, al hablar sobre el "mundo" y "ser-en-el-mundo", nos referíamos sobre este encuentro con el desenvolvimiento de nuestra vida en contacto Page 102 existencial con el mundo, las cosas y las personas; esto último, el encuentro con las otras personas, tiene características bien distintas y más importantes a los fines de nuestra existencia humana.

El encerramiento en las ideas a partir de DESCARTES planteó primeramente en la filosofía, durante dos siglos, el problema de nuestra relación con el mundo (le pont), lo que supo llamarse en esa época el "ideismo", y concluyó en el idealismo trascendental o absoluto, y anteriormente en el inmaterialismo de BERKELEY, negándose la realidad de un mundo independiente, material y frente al sujeto. Como se ha dicho, la fenomenología recuperó esta dimensión constitutiva del hombre con el mundo, y así leemos en HEIDEGGER que consideró como un "escándalo de la filosofía" que se siguiera exigiendo e intentando demostraciones de la existencia del mundo131.

A Sentido común

Comenzamos este tema sobre el conocer y actuar, por el del sentido común al que hemos hecho referencia varias veces. Entendemos que muchos pensamientos y conclusiones filosóficas, por elaboradas que hayan sido, han agraviado y agravian al sentido común, lo que con sus derivaciones consecuentes al plano de la conducta humana han desviado a ésta de su correcto y buen proceder. Nos parece necesario seguir a quien ha escrito que "En los tiempos modernos que tan hondamente sufren las consecuencias de la división del espíritu contra sí mismo, y en los que el sentido común ha soportado tantas afrentas, una filosofía realista comienza de ordinario por una tentativa de rehabilitar de alguna manera el sentido común y reconciliarse con él"132. Con la opinión de varios autores tratamos de entender qué es el sentido común y qué valor cognoscitivo puede tener. Como es forma sensible de conocimiento, precisamente "común" de todos los hombres, necesario y sin...

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