Una sucesión de derrotas que obliga a recalcular

Se pudo vislumbrar con la frustración de la ley electoral. Quedó más claro con la imposición de la emergencia de los movimientos sociales. Ahora, con el injustificable fracaso de la reforma del impuesto a las ganancias, parece indiscutible que Mauricio Macri deberá revisar su modelo de gestión. Porque esa derrota fue construida por él mismo.

El Congreso está en el período de sesiones extraordinarias, durante el cual sólo se tratan iniciativas del Poder Ejecutivo. En consecuencia, es dificilísimo entender por qué el Presidente envió ese proyecto al Parlamento a sabiendas de que estaba en minoría.

Y cuando se había negado a negociar, como le comunicó a Luciano Laspina, presidente de la Comisión de Presupuesto, el lunes por la mañana. Tampoco se comprende por qué los gestores del Presidente, en vez de solicitar a los gobernadores peronistas, como hacen ahora, que ayuden a corregir el texto que salió de Diputados, no buscaron algo más fácil: que algunos de esos mandatarios retiraran a sus legisladores para dejar sin quórum la sesión.

Se podría aducir que el gabinete es un elenco de tecnócratas, ignorantes de la mecánica legislativa. Falso: Macri, Peña, los dos Bullrich, Prat-Gay, Triaca, Aguad, Martínez, Bergman y Frigerio en algún momento ocuparon una banca. Como refiere el proverbio latino: "Nadie puede alegar en su favor la propia torpeza".

La reacción de la Casa Rosada ante el revés desnudó que el problema es más delicado que un contratiempo operativo. Macri y sus voceros explicaron que, en vez de perder, habían ganado, porque ahora se corroboró que Cambiemos es lo nuevo. Y que Sergio Massa es un falso renovador, atrapado como todo el peronismo en el pasado kirchnerista. El defecto de esta respuesta no es que sea mentirosa. Es inadecuada. Es cierto que Massa negoció con Máximo Kirchner y se hizo expresar por Axel Kicillof. También es cierto que Margarita Stolbizer votó con el dueño de Hotesur. Pero esos argumentos alimentan el marketing. No resuelven una crisis de gobierno. Es como si alguien a quien le destruyeron la casa, se justificara ante sus hijos diciendo que los agresores eran unos forajidos. Es decir: el modo que elige Macri para estigmatizar a sus rivales es autodestructivo. Porque lo que logró el peronismo la semana pasada es agigantar una de las incógnitas más sensibles del programa económico: cómo financiar el déficit fiscal sin aumentar la presión impositiva. De modo que, con tal de dañar la imagen de sus adversarios para las...

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