Rumbo a una fractura social y electoral

Las historias que se cuentan en una ciudad chica son a veces más reveladoras que las estadísticas. O quizá sirvan como una ilustración, entre otras, para tratar de entenderlas. Si se quiere comprender, por ejemplo, -un dato central de los sondeos-, es útil escuchar lo que dicen de ella los habitantes de Río Gallegos, que fueron sus vecinos durante años. Cristina no recoge allí tanto afecto como Néstor. Para la gente, sobre todo de clase media baja y popular, el ex presidente era un hombre cercano y afectuoso, mientras que su mujer resultaba distante y altiva. En otras palabras, a Kirchner se le reconocía un carisma, o cierta excepcionalidad, que se le retacea a Cristina en el recuerdo.

Sin embargo, determinados rasgos unifican la imagen del matrimonio en la mirada de sus vecinos. En primer lugar, la certeza de que ejercían el poder asociados y con mano férrea, en el límite de la legalidad democrática, sin transgredirla en lo básico, pero descuidando el estilo y los procedimientos; en segundo lugar, que el jefe era él, sin dudas, pero que ella ocupaba una posición clave desde la que acompañaba con entusiasmo o cuestionaba con severidad las decisiones de su marido; en tercer lugar, que les interesaba el poder tanto como el dinero, por lo que conformaban una sociedad donde se superponían los negocios y la política. En definitiva, para la gente que los conoció, ellos funcionaban juntos, enderezados obsesivamente a sus objetivos de dominación.

Más allá de esas características reconocidas por la mayoría, se abre una grieta profunda en la . Es el campo de los sentimientos encontrados, donde los testimonios y las experiencias se contraponen y bifurcan, trazando imágenes diametralmente distintas de ellos. Algunos relatos son paradigmáticos. Un vecino de clase media recuerda que la joven abogada Cristina Kirchner le embargó sin mayor consideración su primer auto en 1977 por haber dejado de pagar dos cuotas. "Buscaban a los abogados más duros para hacer esos procedimientos y ellos se dedicaban a eso, así empezaron", dice este hombre con rencor y amargura. Unas cuadras más allá, otro vecino ofrece un testimonio completamente opuesto: "Cristina -recuerda afectuoso y agradecido- me dio mi primer terreno. Éramos pobres y no teníamos lugar donde vivir; ella me lo dio cuando estaba con Néstor en la Municipalidad".

La visión polarizada de los Kirchner no es, sin embargo, aleatoria. Se ordena, claramente, según coordenadas socioeconómicas. Los sectores...

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