Rodríguez Larreta pone ahora la mira en la elección general

"No tengo rencores. No es revancha ni mucho menos. Es , sí, que hay que superar", decía Horacio Rodríguez Larreta a LA NACION pasadas las 10 de la mañana en un café Tortoni repleto de periodistas, horas antes de anotarse el primer triunfo de su vida encabezando una lista del macrismo. Horas después, y sobre Gabriela Michetti consumado, Larreta no se salió del libreto de campaña: sonriente pero medido, reiteró que "nunca habló ni hablará mal" de su histórica rival. En su fuero íntimo apenas podía disimular su alegría por un día que definió como "especial" y que le significó su primer espaldarazo en las urnas luego de años de ganarse fama de gestor eficiente y leal escudero de Mauricio Macri.

"Esto recién comienza; el desafío es el 5 de julio", repitió como un mantra el jefe de gabinete ya conocido su triunfo. Agradecido con el apoyo de Mauricio Macri ("le mando un gracias así de grande", graficó), estimó que "los votos que hoy obtuvimos son de Pro" y dejó en claro que necesitará el apoyo de su hasta ayer rival para ganar los comicios generales y ser el sucesor del actual jefe de gobierno a partir de diciembre.

La jornada del jefe de gabinete arrancó temprano, en el típico bar porteño en el que Mauricio Macri suele desayunar antes de cada votación. "Es la cábala", bromeaba el ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, que acompañó a Rodríguez Larreta, al igual que María Eugenia Vidal, su jefe de campaña Fernando de Andreis y Diego Santilli, su candidato a vicejefe.

"El apoyo de la gente en la calle es muy difícil de medir", repetía el jefe de gabinete con relación al cariño que su rival dijo recibir y recibió durante la campaña. Con la experiencia que le da haber sido jefe de campaña desde 2005 en Pro, Rodríguez Larreta minimizaba las chances de su contendiente en las urnas sobre la base de su carisma. Los datos finales terminaron dándole la razón.

Poco varió, en su discurso, cuando fue a votar a la Facultad de Derecho. De allí acompañó a su esposa, Bárbara Diez, a que también emitiera su voto, y de allí a su casa, frente a los lagos de Palermo, donde siguió con atención el trabajo de los fiscales y los boca de urna que le alcanzaban sus colaboradores.

De todo corazón

Cuando llegó al búnker en Costa Salguero su triunfo estaba poco menos que asegurado. De todos modos, esperó la llegada de su rival, para saludarla. Más tarde, ante las cámaras, la felicitó "de todo corazón", y coincidió en que "esta interna va a ser...

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