La nube negra: cortes de electricidad, emergencia y default

En diciembre de 2014, el avión de carga más grande del mundo, un gigante de fabricación rusa marca Antonov, aterrizó tres veces en el Aeropuerto de Ezeiza. Fue la delicia de los fanáticos de la aeronáutica que miraban cómo aquella ballena voladora levantaba su trompa para que bajen los módulos de tres subestaciones eléctricas que el Estado compró en Portugal a través de la distribuidora Edesur.

Se pagó un millón de dólares por cada uno de los fletes, además de otros 50 millones por cada subestación. Se presentó como un avance energético y hasta se envolvió aquella carga con banderas con la inscripción Presidencia de la Nación. Nada se dijo que esos equipos se podrían haber fabricado en el país si se hubiese planificado. Pero era diciembre y en la Argentina de los calores reina la urgencia.

El caso del Antonov sirve para ilustrar que la imprevisión y la emergencia dominan el mundo de la energía eléctrica. Fue quizá la crisis más anunciada de todas, sin embargo el Gobierno no la evitó. La Argentina tiene cada vez más cortes de electricidad, y lo que es peor, las interrupciones son por un período más largo de tiempo y en cualquier época del año.

A diferencia de antes, esta vez los problemas se sienten en la distribución, la última parte del cable que lleva la electricidad de un transformador a los domicilios particulares. En ese tramo de la red, la inversión se retiró hace tiempo. Las principales distribuidoras, Edenor y Edesur, tienen la tarifa congelada desde hace tiempo. En las 26 restantes que hay en el interior, la remuneración que paga la demanda (los usuarios) no alcanza para mantener un nivel de prestaciones aceptable. Desde hace tiempo, gran par de estas empresas no paga lo que vende: electricidad.

Daniel Montamat, ex secretario de Energía y socio del estudio Montamat y Asociados, dice que el deterioro de la calidad del servicio se dio por falta de inversiones. "Tal vez estas cifras den perspectiva. La demanda de electricidad del país en 2014 pagó US$ 2716 millones y la oferta que generó los electrones facturó 10.325 millones (eso da una idea del costo). Los subsidios eléctricos (la diferencia) sumaron 7609 millones de dólares." Con esos números, el dinero que podía haber ido a inversión termina por solventar el costo para que el sistema funcione tal como está.

"Esos subsidios dan idea de la distorsión de precios, pero también muestran que la tarifa no remunera la inversión, ni siquiera los costos operativos. Las empresas distribuidoras ya no deciden dónde invertir y ni siquiera les alcanza para sus costos operativos; la inversión prioritaria...

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