De naranja o rojo y blanco, River es reconocible por fútbol y goles

"No pasa nada, no pasa nada, dale, dale...", les gritaba Gallardo a sus jugadores, mientras en un costado Silva festejaba el empate, a los 39 minutos del primer tiempo, en lo que había sido el primer ataque de Banfield. No se trataba de un aliento infundado el del técnico de River. Los 90 minutos le terminaron dando la razón: esa igualdad circunstancial tenía que ser apenas una anécdota, una fugaz interrupción en el muy buen partido de River, que 72 horas después de la obtención de la Recopa Sudamericana tuvo un debut de torneo muy auspicioso.

Razones de marketing llevaron ayer a River a vestirse de naranja, color al que se le puede encontrar una sustancia futbolística. Esa tonalidad está estrechamente vinculada al fútbol total de Holanda de hace 40 años. Seguramente es una exgeración poner en esa dimensión lo hecho por River, pero dio una versión bastante aproximada. Sobre todo en ambición, postura ofensiva, presión alta, decisión para monopolizar el control de la pelota, criterio para hacerla circular, la búsqueda colectiva para asociarse. River no tuvo un salvador ni una figura descollante que arrastrara al resto. Todos estuvieron en un piso de producción que se puede catalogar de bueno. Y a partir de ahí, sí algunos puntos más altos, como el del paraguayo Moreira, refuerzo que ya se convirtió en una revelación y se empezó a ganar la simpatía del hincha. Quien haya sido el que tuvo ojo y recomendó la contratación de este ex lateral de Libertad habría que mencionarlo como el empleado del mes.

Moreira tiene un turbo al que no le pesa una camiseta con la que cuesta levantar vuelo. Es una constante vía de salida, oxigena cada avance, se muestra para desastacar el juego que va por el medio. Tiene más tendencia a la diagonal que al desborde. Es cierto, es más en ataque que en defensa; de hecho, Sarmiento empezó a armar la jugada del empate sobre su sector, pero su aporte al juego es tan expansivo que se minimizan algunos puntos débiles.

¿Fue una actuación perfecta la de River? Por supuesto que no. En gran parte de la etapa inicial ejerció un gobierno absoluto sin de la debida profundidad. Tenía una superioridad en el juego que no se reflejaba en el marcador. Ninguneaba a un Banfield mucho más apocado de los que podía esperarse de varios de sus hombres. De Erviti, por ejemplo, que falló en lo que suele ser su fuerte: el pase.

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