Mozart y su noche de furia

Ponche milagroso. El 29 de octubre de 1787, los músicos de la orquesta del Teatro de Praga vieron que en las partituras que habían puesto en sus atriles la tinta estaba fresca. La misma sensación de extrañeza la había tenido algunas horas antes el copista del teatro, Herr Swoboda, cuando Mozart había llegado con el manuscrito recién concluido de la obertura de Don Giovanni. La orden fue inapelable: "Haga las copias cuanto antes". A este relato de avance en retroceso habría que agregar que, en la noche del 28, después del último ensayo, Mozart llegó a su casa y le dijo a Constanze que preparase un buen ponche y que se hiciera fuerte porque la iba a necesitar para que lo apuntalara en las horas nocturnas, ya que faltaba la obertura de la ópera que se iba a estrenar al día siguiente. Y Mozart tuvo su noche de furia. Escribió, escribió y escribió, algo se embriagó, Constanze, la diligente, bien sostuvo y entretuvo a su marido y, tempranísimo, Swoboda recibió los papeles de un compositor desaliñado que, después, hizo lo más razonable y se fue a...

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