Letras y pasos: cuando la danza baila en papel nuevas historias

Paul Valéry se preguntaba si la danza no sería un modelo de las demás artes: las bailarinas mostraban la importancia de un procedimiento aparentemente sin propósito. ¿Para qué girar como un trompo si se puede avanzar en línea recta? Casi siempre encarnada en la figura de jóvenes abnegadas, fue materia de películas donde los estereotipos del padecimiento no se hacían esperar. Antes, los pintores habían captado un elemento aéreo en las formas de la danza: Edgar Degas, en la cumbre, pero también Pablo Picasso y Zinaida Serebriakova. La literatura no dio aún la gran novela de la danza, pero en el último tiempo asomaron en el país varias narraciones sobre esta expresión artística.

Las bailarinas no hablan (Reservoir Books), nueva novela de Florencia Werchowsky, bordea hechos biográficos. "Fui alumna del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, trabajé como refuerzo en el Ballet Estable, formé parte de la primera compañía de Maximiliano Guerra. Dejé de bailar a los 17 años y tuve diferentes trabajos hasta que me senté a escribir novelas, pero la narradora de mi libro es una profesional cansada de bailar e incapaz de hacer otra cosa." Igual que en El telo de papá, su libro anterior, Werchowsky parte de su historia para despejar zonas de ficción. "Hay un consenso alrededor de la bailarina que lo deja todo por su vocación y triunfa cuando la institución reconoce esa pasión. Pero hay otras posibilidades que me interesaba registrar: la historia de la que no triunfa del todo, que baila lo que puede más que lo que quiere; la bailarina aceptada pero no premiada, con un entorno imperfecto y a veces desopilante; la de una institución prestigiosa y al mismo tiempo débil." Werchowsky presentó su novela en el Colón: "Me imaginaba canosa y coreógrafa allí. Ocurrió algo diferente, mucho mejor que en cualquier ficción", dice.

"Me fascinaba leer con mi abuela Mi vida, de Isadora Duncan -recuerda Carolina Bruck-. Invocaba sus dos pasiones: la literatura y la danza. Isadora rescataba una danza más orgánica, que imitaba los movimientos de la naturaleza y se burlaba de la disciplina agotadora de las bailarinas clásicas. Yo era una nena gorda y torpe, así que esa mirada del baile me parecía regia. Invocaba a Isadora y me liberaba de tener que seguir las coreografías de mi maestra." Uno de sus cuentos, incluido en No tenemos apuro (Club Hem), integra la próxima antología de relatos sobre la danza, Bailarinas, compilada por Anahí Flores.

"Siempre me atrajo el...

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