El lado B del Riachuelo

Hay veces en que uno se queda sin aliento por la velocidad de los cambios que vivimos en los últimos cincuenta o sesenta años. ¿Quién hubiera previsto, cuando en 1964 Quino pergeñó Mafalda, que en un par de generaciones se modificarían tanto la estructura de las familias y nuestra vida cotidiana?

Al mismo tiempo, hay cosas que no cambian. O que no logramos cambiar. Son un nudo gordiano que no conseguimos desatar aunque pasen décadas y décadas. Dadas las discusiones que provoca desde hace mucho, podría pensarse que una de ellas es el Riachuelo. Pero aunque nos cueste creerlo, este río del sur de la ciudad, que atraviesa casi 80 km y 14 partidos, y en cuya cuenca viven más de cinco millones de personas, alguna vez fue un polo de desarrollo y lugar de esparcimiento.

En su Biografía del Riachuelo (Eudeba, 1968), Eduardo Pinasco nos ofrece una foto difícil de imaginar en la actualidad. Es la que devolvían los viajeros llegados a estas costas desde finales del siglo XVIII.

Por ejemplo, el francés Arsenio Isabelle, que publicó en la década de 1830 un libro sobre sus peripecias en Buenos Aires, cuenta que en su puerto "se lleva a cabo un gran movimiento de mercaderías". Otro galo, Xavier Marmier, escritor de la Academia Francesa, que llegó a estas latitudes por esa época después de haber viajado por América del Norte, sorprende al consignar en Lettres sur l'Amérique: "Desde el punto de vista pintoresco, el pequeño puerto de La Boca es digno de conocerse. (...) De todas mis excursiones por las afueras de la ciudad, es la que me ha dejado recuerdos más gratos". Y al chileno Benjamín Vicuña Mackenna, que estuvo en Buenos Aires en 1855, su "actividad y animación" le hacían recordar "los puertos que había conocido en el Mississippi".

Para hacerse una idea de la bulliciosa actividad que se registraba en sus márgenes, cabe destacar que, según detalla Pinasco, en 1888 en el Riachuelo había instalados 26 astilleros que empleaban a 300 obreros y construían embarcaciones de hasta 400 toneladas. También estaba allí el Mercado Central de Frutos, que permitía tener en depósito 28 millones de kilos de lana. En una de sus cartas, los hermanos escoceses Robertson, que se hicieron ricos comerciando todo tipo de productos, pero principalmente sal, mate y tabaco, en Buenos Aires, Asunción y Chile, dejaron constancia de que en sus barracas estaban depositados alrededor de 3.000.000 de...

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