La fiebre reeleccionista y un debate prometedor

El pronunciamiento público de la gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, en el sentido de avanzar con la limitación a la reelección indefinida de los intendentes es un dato alentador, que merece ser destacado, puesto que vuelve a poner en el eje de la discusión una práctica nefasta que atenta contra la esencia misma de la democracia: la alternancia en el poder.

La obsesión reeleccionista de muchos de nuestros dirigentes políticos para perpetuarse en los cargos reconoce, entre otras cuestiones igualmente cuestionables, su nula vocación republicana. El caso que hoy nos ocupa es el de la provincia de Buenos Aires, donde hay intendentes que llevan más de dos décadas de gestión ininterrumpida al frente de sus distritos, pero son también harto conocidas las ansias de perpetuidad de varios gobernadores de provincia que, como correlato de esa vocación de perennidad de sus mandatarios muestran un altísimo empleo público y niveles de pobreza muy significativos.

Son dirigentes que usufructúan ese clientelismo prebendario para mantenerse en el poder. El caso de Formosa, gobernada por Gildo Insfrán desde 1995, quien acaba de conseguir su sexto mandato consecutivo, es un lamentable ejemplo que va camino de convertirse en récord pues, para cuando termine su actual período, en 2019, habrá contabilizado 24 años de gestión ininterrumpida, caracterizada por numerosas denuncias de clientelismo, corrupción y abuso de poder.

El propio Néstor Kirchner, en Santa Cruz, impuso dos reformas constitucionales en cuatro años como vía para continuar en el cargo de gobernador. En 1993 fue la primera, conseguida en la Legislatura provincial a fuerza de asegurarles cargos públicos a propios y a extraños. La segunda ocurrió nueve años después, cuando quedó habilitada la reelección por un único período. Pero fue en 1998 cuando no dudó en vulnerar la propia ley fundamental del distrito apelando a una consulta popular vinculante y obligatoria sobre la necesidad de una reforma que le permitiera la reelección indefinida. Parte de la justicia provincial se la objetó, pero él consiguió finalmente que el Tribunal Superior, al que dominaba políticamente, le habilitara los comicios, en el que triunfó el "si". Kirchner terminó gobernando Santa Cruz desde diciembre de 1991 hasta mayo de 2003.

Gerardo Zamora, en Santiago del Estero, también intentó perpetuarse en el cargo de gobernador mediante una forzada e ilegal interpretación de la constitución...

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