Es más feliz vivir en una sociedad de luchas

AutorGianni Vattimo

Autor de libros como Ética de la interpretación, La sociedad transparente, Nihilismo y emancipación y Creer que se cree, diputado en el Parlamento Europeo, miembro de la dirección nacional de Coordinamento Omossesuale en su país, miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes, Vicepresidente de la Academia de la Latinidade, doctor Honoris Causa de las universidades de La Plata, de San Marcos (Perú) y UNED (España), entre otras, el italiano Gianni Vattimo es uno de los más descollantes filósofos de las últimas décadas, particularmente de los que a principios de los años 80 fueron ubicados en la tendencia denominada «posmoderna», a la que en particular Vattimo aportó en ese entonces la noción de «pensamiento débil»: frente a una lógica férrea y unívoca, la necesidad de dar libre curso a la interpretación, frente a una política monolítica y vertical la apuesta a movimientos diversos, frente a una centralidad cultural una aceptación de la multiplicidad de culturas. Sin embargo, al declararse católico y defender esa identidad como posición filosófica, una década después, sorprendió a no pocos cultores del escepticismo «posmoder-no», y luego volvió a hacerlo al declararse comunista, tema que trata en su reciente libro Ecce Comu, elocuentemente subtitulado «Cómo se llega a ser lo que se era». Publicada por Paidós, Vattimo presentó la edición argentina de ese libro en el Centro Cultural de la Cooperación en una charla compartida con Atilio Boron, director del PLED del CCC, y Patricio Echegaray, secretario general del Partido Comunista de la Argentina (de la cual se incluyen algunos tramos en los recuadros que acompañan esta entrevista) y a partir de su peculiar «retorno al comunismo» se inició días después su conversación con Acción: no se trata exactamente –dijo– de un retorno «sino que es una tradición nueva, porque nunca fui comunista formalmente: siempre había como obstáculos. Como cristiano y católico, no podía ser ateo. Y sobre todo estaba Stalin, estaba lo totalitario, etcétera. Todo esto que aparecía como obstáculos es sobrepasado ahora y puedo finalmente decirme “comunista” sin haberlo sido nunca, por estas razones, que no sé hasta que punto eran auténticas o hasta qué punto eran efecto de la propaganda…».

–Aunque no sea usted en particular quien retorna al comunismo, sí podríamos decir que es la idea de comunismo la que, con usted, retorna a un lugar importante del que había sido desplazada en el campo intelectual…

–No veo, en realidad, que por ahora tenga mucho futuro mi llamado. Me toman en broma y, por teléfono, me dicen «¿hablo con el último comunista italiano?» Pero, si se trata de imaginar alguna imagen ideal de sociedad, yo no puedo verla si no en la sociedad comunista. Porque de lo contrario, ¿qué podemos tener? Adaptar un poco el capitalismo a una situación menos sangrienta, menos violenta. No significa mucho. Esto se ve en los resultados electorales: las ex izquierdas en Italia, por ejemplo, pierden porque no tienen una imagen de proyectos futuros. No entusiasman a nadie más. Hay como una situación de resignación mediana, que, como hasta ahora en Europa la pobreza no es terrible, va a durar no sé hasta cuándo. Porque en la crisis actual va a comenzar a resentirse en Italia en invierno, que comienza ahora. Yo no lo deseo, me gustaría que la crisis se resuelva, pero, por otro lado, pienso que la crisis tendría que resolverse en una transformación más profunda que esta simple restauración del capitalismo banquero y explotador. Se está en un estado de resignación que creo que no va a durar mucho. Que va a dar lugar a conflictos sociales en los próximos meses, en Italia, en Europa. En España hay un alto porcentaje de desocupación. ¿Qué va a pasar? Yo no sé. Por un lado, deseo que las cosas se resuelvan sin violencia y por otro lado, me imagino que se tendría que utilizar la crisis para transformaciones más profundas, no para subvencionar los bancos para que no caigan.

–El punto de partida de «su comunismo» sería que el capitalismo no tiene solución.

–Por ejemplo, yo he sido miembro del Partido de la Izquierda Democrática en Italia, que era el ex partido Comunista, pero este partido perdió todas las características de izquierda. Ahora se llama Partido Democrático en Italia, ya no «de izquierda». Esta ha sido un poco la historia de la disolución de la izquierda italiana, que nunca ha sido verdaderamente un partido de gobierno y ha asimilado todos los límites de los partidos de gobierno, incluyendo la aceptación del orden norteamericano, una cosa totalmente escandalosa. Cuando llegó Bush a Europa, después de su segunda elección, los ex comunistas lo recibieron como si, efectivamente, Bush fuera la nueva política americana. ¿Por qué? Porque me parece que se renunció a todo espíritu de transformación o revolucionario, porque no necesariamente la revolución tiene que ser violenta…

–¿Qué quiere decir entonces cuando dice «revolucionario»?

–Se tiene que mirar siempre a una transformación un poco más radical...

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