Cuando el exilio es el único escape a una represión despiadada

Trabajaba en un restaurante italiano y estudiaba para chef. Pero, cuatro meses después de recibir una paliza de la Guardia Nacional, y en medio de un acoso policial que no tiene fin, Moisés Guánchez, ganado por el temor, la indignación y el desaliento, sólo piensa en exiliarse.Nadie mejor que Moisés para relatar, en diálogo telefónico con LA NACION, el efecto en carne propia de la ola represiva lanzada por el gobierno venezolano desde que, en febrero, miles de personas descontentas con la gestión de MaduroSu caso está bien documentado por Human Rights Watch, que recopiló testimonios sobre este chico de 19 años que aún no se recupera de los golpes en las costillas ni de las balas de goma en el brazo, los glúteos y la ingle que le asestaron, a quemarropa, la mañana del 5 de marzo.Era, por así decirlo, una jornada como tantas de modelo 2014. Afuera del Centro Comercial El Carrizal, donde trabajaba Moisés, transcurría una batalla campal entre manifestantes radicalizados, escudados en barricadas, y efectivos de la Guardia Nacional. El cruce enfurecido de balas de goma, gases lacrimógenos y bombas molotov entre los dos bandos no tenía un claro vencedor."Los de la Guardia Nacional de pronto nos ven a nosotros, unas 40 personas que estábamos en el estacionamiento del centro comercial. Algunos se habían asomado para mirar lo que pasaba afuera, otros sacaban fotos, nada más, y ellos empezaron a dispararnos con gases y perdigones. Después entraron en cinco motos y dispararon contra todo lo que había, niños, ancianos, mujeres embarazadas, los trabajadores, los que iban de compras", dice Moisés.El drama recién empezaba. Lo corrieron, lo tiraron al suelo, lo zamarrearon sin piedad. Le dispararon tres veces. Era siempre el mismo individuo, un guardia que no le daba tregua. Cada vez más brutal. "Dos guardias me sujetan los brazos y me golpean a la altura de las costillas. Después me llevan ante el guardia que me había herido dos veces y me dispara en la entrepierna, a medio metro de distancia", relata Moisés. Su hablar es pausado y minucioso. Elige sus palabras con cuidado, quiere echar luz a la barbarie.Reguero de sangreMoisés está sangrando a raudales y lo llevan al hospital en una camioneta negra, sin patente, donde le quitan sus pocas pertenencias: el dinero de la billetera, una pulsera, un anillo, el celular. No es una requisa, es un robo a mano armada. concluye entre amenazas, intimidaciones y maltratos en la entrada de urgencias."Cuando llegan los camilleros...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR