La Esperanza no defrauda.Carta Pastoral Cubana.Septiembre 2013

Saludo inicial

Queridos hermanos y hermanas: los obispos de Cuba, dentro de la celebración del Año de la Fe, nos dirigimos a ustedes sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, a los fieles laicos y a todos los cubanos, con el propósito de compartir esta Carta Pastoral que desea aumentar en nuestros corazones la esperanza que debe animar a cada persona y a cada pueblo. Esta invitación a la esperanza parte de nuestra fe cristiana, de la buena voluntad y de la necesidad y el deber de buscar entre los cubanos un futuro mejor para todos.

La Virgen de la Caridad nos abre un camino de esperanza

  1. Al dirigirnos a ustedes en esta ocasión tenemos motivos para estar alegres y confiados en el Señor, pues en esta búsqueda y siembra de esperanza contamos con la presencia maternal y convocante de nuestra Patrona, la Virgen María de la Caridad del Cobre. Todavía permanece vivo en nuestra memoria el gozo que hemos experimentado al celebrar, en el pasado 2012, el Año Jubilar por los 400 años del hallazgo y presencia de su bendita imagen en medio de nuestro pueblo. Ella quiso permanecer entre nosotros como Madre de la Caridad y Madre de los cubanos. A esta celebración fueron invitados todos sus hijos, también los dispersos por el mundo, que se unieron a ella de diversas maneras.

  2. Con el lema \"A Jesús por María, la Caridad nos une\", la Virgen María de la Caridad una vez más nos unió, pues a lo largo de cuatro siglos \"los cubanos nos hemos encontrado siempre juntos, sin distinción de razas, clases u opiniones, en un mismo camino: el camino que lleva a El Cobre\" 1.

  3. Nunca fue más cierta esa unidad en la Caridad que en las pequeñas, grandes y hasta multitudinarias procesiones y peregrinaciones de cubanos que acompañaron la venerada imagen de la Virgen Mambisa en su recorrido por toda la geografía insular. Allí se encontraban el sacerdote y el ingeniero, el militar y el civil, el policía y el recluso, el niño y el anciano, el campesino y el de la ciudad, el católico y el que practica otras creencias religiosas, el funcionario del gobierno y el que se considera opositor, la embarazada y la madre que perdió a su hijo, el que reside en Cuba y el que vive fuera, y muchos volvieron a hablarse, e incluso abrazarse y reconciliarse después de años de estar disgustados y distanciados.

  4. Nuestra Madre de la Caridad nos acogió a todos y nos cobijó con su manto, recogió las plegarias dichas a viva voz y las que quedaron en el silencio del alma, y todas las presentó a su Hijo Jesucristo. Al igual que hizo el apóstol san Juan al pie de la Cruz, también nosotros la hemos acogido a ella, como madre, en nuestro corazón y en nuestra casa (Jn. 19,27).

    La visita de dos Papas marca nuestra historia con un signo de esperanza

  5. Otros dos acontecimientos de profundo sentido religioso han marcado nuestra historia reciente con el signo de la esperanza. En menos de quince años tuvimos la oportunidad de ser visitados por dos Papas. El primero fue el beato Juan Pablo II, tan cercano a nuestra Patria e Iglesia, a las que guardaba de modo especial en su corazón y siempre anheló visitar.

  6. Juan Pablo II llegaba a Cuba en los momentos todavía difíciles del llamado “período especial”, en medio de la desesperanza ciudadana ante un futuro incierto y el creciente desencanto por una propuesta ideológica que, en sus vertientes económicas y sociales pareció ser la solución de todos los males, pero que empezaba a ser cuestionada, en mayor o menor grado, por la población. A su vez, se comenzaba a dar marcha atrás a las tímidas reformas socioeconómicas iniciadas poco antes, por lo que muchos cubanos volvieron a buscar la solución a su desesperanza en una emigración que los llevara a otras tierras.

  7. En medio de esta realidad, al iniciarse el año 1998, el Papa Juan Pablo II vino como “Mensajero de la Verdad y la Esperanza” a confirmar a los católicos en la fe, a proponer la Verdad inmutable de Jesucristo, a invitarnos a poner nuestra confianza en el Dios que no defrauda, y sin el cual poco podemos hacer (cf. Jn.15,5) y a exhortarnos a buscar entre todos, partiendo de nuestras raíces cristianas, soluciones que hicieran despertar en los cubanos la Esperanza.

  8. La presencia frágil del Santo Padre, ya enfermo, y su palabra enérgica se ganaron un espacio en el corazón de los cubanos. El alma cubana y la Iglesia que está en Cuba no fueron las mismas después de aquella memorable visita. Aquel vibrante llamado suyo: “No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo, dejen que Él entre en sus vidas, en sus familias, en la sociedad, para que así todo sea renovado\"2, estremeció el alma de los cubanos y, como efecto de su visita, no sólo recuperamos el feriado de la Navidad, sino que muchos desempolvaron la memoria religiosa por un tiempo adormecida o escondida y no pocos descubrieron, y otros redescubrieron, la Verdad que no cambia, que no viene de hombre alguno porque es de Dios y un buen número de cubanos comenzó a sentir sed de lo realmente espiritual, la necesidad de acercarse a la fe y a recibir los sacramentos de la Iglesia.

  9. Y como si Dios quisiera insistir en su amor por este pueblo, trece años después nos visitó el hoy papa emérito Benedicto XVI. Un papa que viajaba poco por motivos de edad hizo la opción de incluirnos en uno de los últimos viajes de su pontificado. Esto no lo olvidamos los cubanos, pues él quiso acompañarnos como “Peregrino de la Caridad” en el Año Jubilar Mariano que celebramos en 2012. Como lo hemos hecho millones de cubanos en cuatro siglos, Benedicto XVI se arrodilló como un hijo más ante la imagen bendita de nuestra Madre de El Cobre y, como el buen pastor que ama a sus ovejas, confió a María el futuro de nuestra Patria \"para que avance por caminos de renovación y esperanza, para el mayor bien de todos los cubanos”3 . A Ella presentó también \"las necesidades de los que sufren, de los que están privados de libertad, separados de sus seres queridos ... de los jóvenes, de los descendientes de aquellos que llegaron aquí desde África ... de los campesinos”4. Y nos prometió que continuaría \"rezando fervientemente\" para que sigamos caminando hacia adelante \"y Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos, donde convivan la justicia y la libertad, en un clima de serena fraternidad”5.

    La palabra divina y humana de la Iglesia anima nuestra esperanza

  10. Juan Pablo II y Benedicto XVI evidenciaron no sólo la dimensión religiosa, sino también la dimensión humana y social de la misión evangelizadora de la Iglesia. Ambos se refirieron a la realidad espiritual y social de los cubanos en la hora presente y de cara al futuro. La Iglesia de Cristo no puede quedarse encerrada en sí misma y satisfecha con atender sólo a quienes la conforman. Juan Pablo II nos había dicho: \"El...

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