Un 25 de Mayo diferente

AutorRodrigo Mallea
CargoAnalista político

Jamás imaginé que una movilización por un acto patrio contaría con la presencia de más argentinos que un festejo de un River-Boca o Argentina-Inglaterra.

Es cierto que apenas contaba con tres años cuando conquistamos el mundial del 86´ -pudiendo menos aún contar cómo se vivió el del 78´-, pero sí viví los siguientes espectáculos futbolísticos, y aún encontrándome en plena euforia por un ajustado triunfo en un mundial siempre me invadió la misma desazón: ¿Por qué no podríamos festejar así alguna vez un día patrio? En el fondo sabía que no era más que una mera expresión de deseo que siempre creí inalcanzable.

De hecho, la única imagen que recorre mi mente en este momento de una Argentina unida y con calor popular sin distinción de clases ni color político es aquella famosa postal de la asunción de Alfonsín con la que nuestros libros de historia suelen comenzar a narrar aquélla prometedora Argentina del 83´.

Tampoco la viví, es cierto. Pero hasta estos días no había encontrado algo más imponente que aquella imagen que seguramente todos tenemos presente en alguna parte de nuestra cabeza. Ciertamente hubo manifestaciones políticas multitudinarias y partidos con genuino apoyo popular, pero como el mismo nombre de partido lo indica, nunca excedían lo sectorial.

No sé porqué pero siempre me encontré inmerso en manifestaciones que consideré justas. Así como habré compartido actos con más de 150.000 personas (siempre la mitad según datos oficiales) también me encontré en otros donde yo mismo podía prescindir de la estadística porque bastaban mis dedos para lograr el número exacto.

Lo de Rosario, sin embargo, fue algo diferente y difícil de explicar, así que apenas me limitaré a contar lo que viví para que sirva como un testimonio orientado especialmente a quienes no tuvieron la posibilidad de haber presenciado aquella histórica jornada.

La novedad política no la había logrado yo con mi comentario acerca de cómo el Gobierno había logrado lo imposible –haber unido a una genuina multitud para festejar del 25 de mayo-, sino que la dio mi compañera de ruta cuando sostuvo que lo imposible ya se había logrado si observaba a quienes habían ocupado el ómnibus que habíamos alquilado entre todos: señoras paquetas de Barrio Norte y Recoleta que se sometieron voluntariamente a un viaje de 309 kilómetros en un vehículo escolar pensado para alumnos de primaria (basándome en el tamaño de sus asientos) a una velocidad que no superaba los 80km/h; difícilmente a la...

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