Críticas: la Argentina y los arbitrajes, en sintonías contrapuestas

VIÑA DEL MAR.– Cuando en 1916 se creó el Campeonato Sudamericano de Naciones para celebrar el centenario de la independencia argentina, ni siquiera había árbitros suficientes para controlar los seis partidos que disputaron cuatro selecciones. Hizo falta que Carlos Fanta, director técnico de Chile, dirigiera los últimos tres encuentros, dos de ellos de Brasil, en el empate 1-1 con Argentina y en la derrota 2-1 ante Uruguay. Pese a los malos resultados, Brasil no se quejó ni sospechó una venganza de Fanta. ¿Por qué podía hacerlo? Porque Sidney Pullen, un futbolista del plantel de Brasil nacido en Inglaterra, había arbitrado días antes el encuentro en el que la Argentina vapuleó 6-1 a Chile. Otros tiempos, en los que no había tantas suspicacias ni marcadas diferencias de criterio en la interpretación y aplicación de las reglas.

Justamente, el espíritu reglamentario con que los árbitros están llevando los partidos en esta Copa América tiene contrariada a buena parte de la delegación argentina. Como si se produjera un choque de dos corrientes: la sudamericanización radicalizada de la copa, con todas sus asperezas y ventajismos, contra la doctrina más lúdica de la Argentina.

A partir de su estilo de juego, de posesión y circulación, el seleccionado se siente una rara avis en una competencia en la que el resto de los equipos tiene otro perfil, más físico y propenso al contacto, dispuesto al roce y a la fricción, panorama que también es habitual en las eliminatorias para el Mundial. Y el criterio arbitral imperante es tolerante con esa tendencia a cortar el juego, al foul táctico, cuando no la patada con mala intención.

La Argentina se siente perjudicada si el juego no fluye por las interrupciones rivales que cuentan con la complacencia de los jueces ene sta competencia. El equipo se pone nervioso, incomprendido, empieza a discutir y quejarse. Se descentra de su búsqueda. Percibe que juega a algo sin el debido amparo de las reglas. La situación viene de arrastre y contra Colombia tuvo su pico. Los jugadores argentinos no se olvidan de sus raíces, de dónde surgieron, pero a veces sienten el choque cultural del regreso tras completar la formación futbolística que tuvieron en Europa.

Contra Colombia, Messi recibió ocho faltas, la misma cantidad que sumados los tres partidos anteriores. Y Leo, en su maduración futbolística, si algo aprendió es a ahorrarse patadas contrarias, a saber soltar la pelota antes de que lo choquen; no se expone a una cacería.

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