Correa es otra joya para fundición

El fútbol argentino conspira contra la conveniente evolución de sus nuevas camadas. El ciclo educativo se deshilacha porque es rehén de un poderoso interés: conseguir una transferencia que disimule números en rojo. Para tesorerías saqueadas o, como mínimo, mal gestionadas, no hay atajo más benefactor que una jugosa venta. Administrar bien sería la piedra basal, pero eso demandaría dirigentes austeros, capaces y honestos. Claro, mejor encomendarse al mercado internacional para tranquilizar los temblores financieros.

Buenos jugadores parten de la Argentina bajo el cobijo de los elogios, pero al desembarcar en el Viejo Continente inauguran un período de suplencia, roles secundarios o hasta quedan marginados. Le sucedió a Sorin, le pasó a Cambiasso. También a D'Alessandro. Y a tantos más. A Pinola, Galletti, Farías, Coloccini, Montenegro, Paletta, Pratto, Federico Insúa... Más acá, a Mauro Zárate, Maxi Moralez, Viola, Valeri, Defederico, Zuculini, Barrientos... Todos retornaron de Europa para completar una fase que se había quebrado por urgencias de sus clubes de origen, apetencias económicas o malos consejos. Luego, cuando su desarrollo...

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