El camarista Freiler y sus cómplices en la justicia federal

Con otro estilo, el camarista federal Eduardo Freiler parece dispuesto a recorrer la senda del escándalo judicial que en su momento hizo tristemente famoso al ahora ex juez Norberto Oyarbide.

Los escándalos judiciales que protagoniza Freiler, integrante de la Sala I de la Cámara Federal porteña, tienen, también, la rara virtud de mostrar una red de complicidades y encubrimientos en la justicia federal que va más allá de él y que revela un muy preocupante modus operandi al que es preciso poner fin. Se trata de los delitos cometidos por jueces y fiscales que se apañan y se protegen entre ellos y que, al hacerlo, cometen nuevos delitos a los que ellos otorgan un blindaje de impunidad.

Son varios los problemas de Freiler, uno de los magistrados más allegados y funcionales al kirchnerismo. Para empezar, un gigantesco enriquecimiento que hasta ahora no ha podido explicar y que se compone de caballos de carrera, campos, una mansión en Olivos, un departamento en Pinamar y una flota de automóviles de colección y un yate, además de un 50% de un balneario en Necochea. Lo más llamativo es que, como informó LA NACION, buena parte de esos bienes habrían sido adquiridos entre 2012 y 2015 con su sueldo de camarista. Freiler también es propietario de una financiera en sociedad con la ex esposa de Alfredo Lijo, hermano del juez federal Ariel Lijo.

Luego de que el abogado Ricardo Monner Sans lo denunció por enriquecimiento ilícito y por su sospechosa participación societaria en la financiera, se puso en marcha la aceitada maquinaria judicial para defender a sus miembros a partir del principio "hoy por vos, mañana por mí".

Así fue como en la causa por enriquecimiento ilícito actuó el fiscal Ramiro González, quien se desempeña como profesor en la cátedra de Freiler. En tiempo récord y sin que se llevaran a cabo peritajes ni ninguna medida de prueba, la enorme fortuna de Freiler se volvió lícita y el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi lo sobreseyó basándose en los dichos del propio investigado. Importante pieza en esta deleznable maniobra, Martínez de Giorgi, a diferencia de Freiler, se caracteriza por su bajo perfil. Su esposa, Ana María Juan, es secretaria en la misma sala de la Cámara Federal de Freiler.

Como dijimos en esta columna en abril pasado al ocuparnos de los escándalos de Freiler, Martínez de Giorgi asumió una jurisdicción que jamás debió haber asumido pues, por razones de elemental decoro, debió haberse excusado, y absolvió con una velocidad...

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