La biblioteca del Colón, renovada

Giuseppe Verdi y Francesco Tamagno miran desde una fotografía con el halo de sombra que caracterizaba las tomas de las cámaras con flash de magnesio. Montada sobre un cartón raído, muestra las firmas del compositor y el tenor que impuso al mundo su versión de Otello. La preciada foto fue robada hace muchos años de la biblioteca del Colón y recientemente recuperada. También hay una carta de Giacomo Puccini, tal vez la última que escribió. Era propiedad del teatro, pero no se sabía dónde estaba, como tantos otros materiales substraídos de la biblioteca y detallados en la denuncia para su búsqueda internacional. "La historia de esta institución me obsesiona", dice Darío Lopérfido, director del teatro.

–¿Y qué encontró de esa historia cuando llegó aquí?

–Los libros y otros materiales estaban en containers. No había un archivo fotográfico organizado, y menos aún uno sonoro o uno fílmico. La colección de programas no estaba completa. Y de los documentos que se habían acumulado durante más de un siglo no se sabía nada. La historia dormía en la memoria de los viejos funcionarios del teatro, como una lista de anécdotas.

Según Lopérfido, todo se concentraba exclusivamente en el cumplimiento de la temporada operística, la producción de los espectáculos, los cantantes, las luces, la escenografía.

Pero ese no era el teatro que yo tenía en mi cabeza. No había venido sólo para eso. El Colón existía para ser algo más que una sala de espectáculos, aunque fueran los mejores".

La fascinante historia de una de las salas líricas más importantes del mundo, en la que se produjeron hechos artísticos memorables durante 107 años, existe, pero amputada. Al segundo día de asumir la dirección, en la demostración inicial de su hiperactividad, Lopérfido estableció...