El arte para proveer dolores intensos

Ópera de Cámara /Diario de un desaparecido, de Leos Janácek, con Pablo Pollitzer y Florencia Machado (piano: Carlos Koffman); El pobre marinero, de Darius Milhaud, con Gustavo López Manzziti, Graciela Oddone, Víctor Torres, Hernán Iturralde / Dirección musical: Martín Sotelo / Dirección general: Marcelo Lombardero / Sala de Cámara de la Usina del Arte.

Nuestra opinión: excelente.

Desde las grandes puestas operísticas tradicionales -término que no le debe gustar en ningún sentido, pero que está sólo referido al desarrollo en un espacio escénico amplio con gran orquesta y todos los recursos que proveen los teatro líricos- hasta las más "pequeñas", Marcelo Lombardero no deja de sorprender por lo interminable de sus ideas y sus propuestas. Pero con estas dos óperas breves, El diario del desaparecido y, sobre todo, El pobre marinero, las sensaciones, en el final, son otras. Bien o mal acostumbrados, al retirarnos de cualquier de las obras camarísticas de Lombardero, la satisfacción y la admiración se entremezclaban con algún entusiasmo y hasta con cierto grado de plenitud gozosa. Basta recordar, por ejemplo, las canciones de cabaret, las de hace muchos años o las más recientes, o esa maravilla que fue Bromas y lamentos, para entender que a todos los elogios que se le dispensaban con total justicia, los rodeaban esas sensaciones de felicidad que proveen la buena música, las grandes interpretaciones y las mejores realizaciones teatrales. Pero acá vuelven a estar esa buena música, esas interpretaciones y esas realizaciones pero insertos en un argumento molesto, irritante, definitivamente desagradable, ése que escribió Cocteau y que, con su más fina inteligencia y toda su pericia, musicalizó Milhaud.

Como fiel exponente de esas tendencias muy propias, aunque no exclusivas, del siglo XX, El pobre marinero está para molestar, para provocar y para volverse casi insoportable. Pero si todas esas sensaciones acuden en tropel es porque lo que aconteció en el mínimo escenario de la sala de cámara de la Usina está, definitivamente, muy bien hecho. La concisión del libreto y la música desprovista de cualquier emocionalidad romántica se continuaron en una muy buena puesta, sintética, precisa, contundente, y en interpretaciones muy logradas. No sin razón, alguien podría afirmar que no es esto último ningún milagro si quienes están convocados para darles voz y cuerpo a esos cuatro personajes son López Manzitti, Oddone, Torres e Iturralde, sin lugar a dudas, un...

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