Arte: 2014, balance de un año de récords

Cierra un año espectacular para el arte contemporáneo que dio el gran sorpasso de la historia al cosechar en una sola sesión de subasta 850 millones de dólares (ver aparte). Objeto de deseo de los nuevos compradores, muchos de ellos salidos de las usinas punto com, el arte de la segunda mitad del siglo XX dejó atrás a los impresionistas y a los viejos maestros para expandir su radio de acción. El gran favorito mediático es Jeff Koons, por la extraordinaria difusión de su obra –su Pantera rosa ilustra la tapa de esta edición– y por algunos hitos logrados en una carrera meteórica de alta espectacularidad. Saltó al estrellato cuando su perro de flores fue instalado en las puertas del Museo Guggenheim de Bilbao y los vascos dijeron a coro sobre el fabuloso edificio de titanio de Frank Gehry: "Pues qué bonita es la caseta del perro".

Chistes aparte, Koons, salido de las filas de la publicidad, es el artista vivo más caro. Se mudó a una casa histórica en el Upper East de Manhatan, tiene un barco gigante al que bautizó Ilona en recuerdo de su ex mujer, más conocida como Cicciolina, y un taller de chapa y pintura con 130 asistentes de donde salen piezas multicolores que se venden como pan caliente.

Eduardo Costantini compró dos esculturas con su firma para el proyecto de Bal Harbor, Florida, y la transacción fue noticia en The Wall Street Journal. Una de las "compras" se verá en breve en Malba antes de partir a Miami, su destino definitivo. El fenómeno Koons se traduce en las miles de personas que hacen cola en estos días para visitar su retrospectiva en el Pompidou de París. Es un éxito de taquilla superior al de Dalí.

La cafetera del Beaubourg, como se conoce al museo diseñado por Rogers y Piano para cambiar definitivamente la relación del público con el arte, ya batió su propia marca de visitantes. Koons promete ser el gran suceso del invierno boreal, como lo fue en el verano neoyorquino cuando la muestra se expuso en el Whitney de Nueva York. Fue la última muestra en la sede de Madison.

El Whitney se mudará en 2015 al meatpacking district con vista al río Hudson, a un edificio diseñado también por Renzo Piano y alquilará su antigua sede al Museo Metropolitano de la Quinta Avenida para que el Met exhiba allí su colección de arte contemporáneo. Los museos amplían sus fronteras.

En Buenos Aires, la expansión llegó a las galerías que buscan un formato acorde con la producción actual. Barro, Benzacar, Sendrós y Nora Fisch se instalaron en espacios con memoria fabril en La Boca y en Villa Crespo.

El nuevo mapa del arte se extiende a Barracas con propuestas inusuales. Una de ellas es Móvil, de Alejandra Aguado y Solana Molina Viamonte, líderes de una política de exhibición y comercialización diferente de todo lo conocido, apoyada con entusiasmo por la mecenas Érica Roberts. De eso se trata, de experimentar. Nada más acorde con la materia que tienen entre manos, el arte, en permanente estado de cambio y cuestionamiento.

Matías Duville, por ejemplo, un artista con reconocimiento internacional, exhibió este año en Londres sus dibujos y de regreso montó una instalación desmesurada en la galería de Nahuel Ortiz Vidal en la calle Gaboto, en La Boca. Una enorme estructura de metal con raíces en la naturaleza que tendrá, probablemente, destino museístico. En paralelo, artistas como Max Gómez...

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