La Argentina y el Fondo: de rey a mendigo, sin escalas

Es un chiste, una ironía, que no pierde vigencia: un año en la Argentina es como una década para otros países. ¿Exagerado? Quizá. Pero miremos qué sucedía a mediados de abril de 2018. Todo era confianza y sonrisas. La inflación y la pobreza caían, la economía crecía, y Mauricio Macri paseaba hacia su reelección.En Washington, Christine Lagarde se acercó a la embajada argentina, saludó y se sacó fotos junto al equipo económico en un cóctel del G-20 que reunió a la elite de la ciudad, y selló el regreso de la Argentina al mundo. Hoy, cuando Nicolás Dujovne aterrice en Washington para su tercera reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, traerá una realidad antagónica a la de un año atrás y una agenda en la que más que prometer qué hará deberá demostrar qué hizo en materia de ajuste y estabilización.Ya no lo acompañarán Federico Sturzenegger ni Luis Caputo, eyectados sucesivamente del Banco Central por dos corridas cambiarias que terminaron por llevar el dólar de los $20, en abril de 2018, a los casi $45 actuales. La Argentina volvió a pedir prestado al FMI y tendrá otra vez, este año, la inflación más alta de la región detrás de Venezuela. La pobreza aumenta, la economía recién parece comenzar a salir del pozo y la debilidad de Macri como candidato presidencial tiene como contracara, en la capital de EE.UU., el temor latente a un eventual regreso al poder de Cristina Kirchner. Lejos quedó aquella agenda de hace un año, centrada en el futuro del trabajo, el impulso a la infraestructura (con los programas PPP como "producto" estrella) y la seguridad alimentaria, aunque también habría lugar para la guerra comercial entre EE.UU. y China, las criptomonedas y el cobro de impuestos en la economía digital.La consigna, a esa altura ya una religión, era el gradualismo, una receta que en Washington se miraba con desconfianza, pero que, al menos en público, nadie se animaba a criticar abiertamente. Todos decían aceptarlo como la concesión inevitable para poder avanzar en las grandes reformas que imaginaban para el país. Pero cuando se apagaba el grabador crecían los partidarios del shock.Opiniones había muchas, aunque quizá la que más importaba, y más aún a la luz de lo que vendría después, era la del propio FMI.Puertas adentro, sus técnicos lanzaban advertencias. Que la Argentina estaba muy expuesta a los mercados, que el déficit de cuenta corriente era peligrosamente alto y que cualquier cambio en el humor de los mercados...

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