Aportes para una praxis alternativa

AutorRodolfo Capón Filas
CargoAbogado. Doctor en ciencias jurídicas y sociales
Introducción
  1. La realidad muestra que el trabajo y la auto-nomía sectorial en sus cuatro elementos (huelga, organización sindical, participación en las decisiones, negociaci´pon( son tratados como fenómenos del mercado, sujetos a la ley de la oferta y la demanda. De ahí el imperativo ético de una praxis alternativa que coloque al hombre en el centro del sistema y construya una nueva sociedad. Los derechos humanos y el proyecto social constitucional fundamentan la misma: tal es la propuesta de la Teoría Sistémica del Derecho Social. Dicha propuesta puede enriquecerse desde la Teología de la Liberación: de ahí el contenido de los presentes apuntes, obviamente abiertos a la discusión y al enriquecimiento por parte de quienes consideran al hombre, al trabajo, a la auto-nomía como valiosos en sí mismos.

    La década de los 90 aventó en América Latina el peligro de dictaduras militares. Las clases dirigentes han logrado en estos años los programas que intentaron en las dictaduras: de ahí que, por el momento, difícilmentevuelvan. Para que nunca más vuelvan, el pueblo debe ganar lo que en derecho le corresponde: un sistema económico,social, cultural y político, en el que el hombre concreto sea el centro de referencia. Para tal tarea el trabajo es el único instrumento válido. Dado que América Latina se manifiesta básicamente cristiana,reflexionar teológicamente sobre el sentido de aquél puede fundamentar una praxis alternativa. Porque de eso se trata: transformar la realidad para que el hombre concreto sea el centro referencial del sistema global.

  2. Reflexionar,desde el punto de vista de Dios, sobre el trabajo y su relación con la democracia real a construir en América Latina, es una experiencia fascinante a medida que se comprenda que tal reflexión se practica desde el lugar de los pobres ya que Uno de los Tres se hizo hombre pobrey continúa siéndolo. Invirtió la mayor parte de su crédito vital en trabajar y ganarse la vida hasta tal punto que la principal resistencia la encontró en su propia gente. Basta leer Lucas IV, 20; Mateo, XIV, 53; Marcos, VI, 3, que narran el primer discurso de Jesús luego del ayuno en el desierto, para comprender: el misterio del hombre común se hizo presente en el lugar sagrado. No es posible que un trabajador, cuyos muebles, fabricados por él, se venden en el mercado de Nazareth, cuyos parientes y amigos son por todos conocidos, pretendiera, nada menos, que ser el Libertador prometido desde antiguo al pueblo de Israel, nación orgullosa de sus raíces y de su destino. "¿Acaso no he curado su angina cuando tenía seis años?" decía el médico Miracles a Prósperus, el comerciante. "¿Acaso no tuve que devolverle varias mesas que había hecho mal?" informaba éste al hospedero Domus. "No puede pretender ser nuestro Libertador, cuando todos sabemos que José es su padre, María su madre y sus parientes viven entre nosotros y, ¿la verdad? algunos no son de lo mejor que digamos". En la parte alta de la sinagoga, Sara le comentaba a Noemí: "Está cada día más buen mozo pero tenía razón mi mamá cuando me lo hizo sacar de la cabeza. Es un carpintero común y corriente, nada más. Ahora afirma que es el Mesías. Realmente,me salvé de una buena. Dios tenga en su gloria a mi santa madre". A tal punto se caldearon los ánimos, que lo arrancaron por la fuerza del sitial de lectura y lo llevaron fuera de la aldea para arrojarlo barranca abajo, como corresponde a cualquier blasfemo.

    Más adelante, ni su propia madre podía entenderlo: ¿acaso no fue a buscarlo cuando se encontraba enseñando porque, realmente, parecía haberse vuelto loco? Esto se lee en Mateo, XII, 46; Marcos, III, 31 y Lucas, VIII, 19.

    ¿Un hombre común que elige discípulos entre hombres comunes, que toma y bebe como cualquier alegre parroquiano, pretende nada menos que ser el Libertador del Pueblo? Realmente, hay que tener coraje o estar loco.

  3. Cualquiera de nosotros hubiera tomado un camino diferente al de Jesús. En primer lugar, no hubiéramos perdido tiempo trabajando con nuestras manos. En segundo lugar, hubiéramos instalado nuestra sede en una ciudad importante, ¿por qué no en la misma Roma? y no en una remota aldea del Imperio Romano. En tercer lugar, hubiéramos buscado seguidores entre los ricos y famosos en vez de elegir pescadores y alguna que otra mujer alegre.

    Nada de eso hizo Jesús. Trabajó con sus manos la mayor parte de su vida, permaneció en la periferia del Imperio, buscó discípulos entre los hombres comunes. Obviamente, no murió de muerte natural en la cama del sanatario de la obra social de los artesanos o del hospital local. Tampoco fue velado en la casa mortuoria de su barrio.

  4. Ante el misterio del hombre común como ante el misterio de Dios se abren dos posibilidades claras y opuestas: se aceptan ambos por la Fe o se rechazan por la indiferencia.

    Si se elige la primera, surge la praxis total consecuente: transformar la realidad de acuerdo a los valores encerrados en el trabajo.

    Si se elige la segunda, nos apartamos de los pobres porque son feos o huelen mal y nos dedicamos a parecernos cada vez más a los ricos y famosos.

    Si se elige la primera, probablemente nuestro destino sea el descrédito y la persecución solapada. Si se elige la segunda, algunos de nosotros lograrán ser aceptados en el círculo de los ricos y famosos.

    Pablo mejor que nadie captó el problema encerrado en este misterio: predica locura tanto a griegos ilustrados como a judíos religiosos (I Corintios, I,22).

  5. Obviamente, Jesús debió elegir. Lo hizo luego de haber experimentado el típico ayuno esenio.

    Todas las posibilidades ante El. Las resistió después de un combate personal (Mateo, IV, 1; Marcos, I, 9; Lucas, III, 21). Volvió a combatir nuevamente antes de aceptar ser vendido por treinta monedas (el precio de mercado de un esclavo) y antes de aceptar morir la muerte del blasfemo. La agonía en el huerto, (Mateo, XXVI, 38), horas antes de ser entregado, describe el horror de la libertad. Tenía a su disposición los Angeles y la Fama. Aceptó el deshonor del esclavo y la soledad de la cruz. ¿Alguna vez podremos entender esto?

    Este cuadro formula un interrogante: ¿qué imagen nos hemos hecho de Dios? ¿Un dios hombre que se ha tomado tan en serio al hombre que Uno de los Tres se hizo hombre y sigue siéndolo? ¿Un dios dios tan perfecto e inmaculado que no ensucia su mente con los destinos de nadie y que vive tan aislado que se basta a sí mismo?

    A su vez, propone otro interrogante: ¿qué imagen nos hemos hecho de los pobres? ¿Gente que se merece ese destino y a la que nadie debe acercarse por temor al contagio, ya sea de su enfermedad o de su mal olor? ¿Gente que ha sido condenada desde su nacimiento y a la que hemos de acercarnos con humildad y sensatez para construir con ellos una sociedad justa?

  6. Se nos presenta, así, la Fe. Don del Padre de Jesús, entregado por el Espíritu, instalado en nuestra realidad por el bautismo y fortalecido por la confirmación, nos permite una visión y una praxis alternativas.

    Visión alternativa. A partir de la Fe, los pobres manifiestan la injusticia. Su marginalidad no es producto natural como la lluvia y su existencia en las sociedades no es parte integrante del paisaje urbano o rural como más de un desprevenido cree. Su presencia, al contrario, muestra la desigualdad entre los hijos de un mismo Padre.

    Praxis alternativa. A partir de la Fe surge una respuesta: transformar la realidad. "Quien ama a Dios debe amar también a su hermano" (I Juan, IV, 21). Así de simple.

  7. La justicia entre los hombres, la pobreza y el dinero constituyen un núcleo central en la docencia de Jesús, hasta tal punto que la relación con su Padre, a través del Espíritu, sólo puede realizarse si existe una correcta vinculación con los tres elementos.

    Basta leer el relato sobre el pobre Lázaro y el rico Epulón (Lucas, XVI, 19). Epulón quería salvar a sus parientes del destino que les esperaba y solicitaba que Lázaro les avisara que la doctrina enseñada era cierta. No era posible esa misión porque no entenderían nada: si no aceptaban a los pobres en vida, tampoco los aceptarían resucitados ad hoc. Basta leer el tema del Juicio Final en el que los hombres y mujeres seremos interrogados no por el cumplimiento de los ritos religiosos sino por la satisfacción de los deberes sociales: vestir al desnudo, alimentar al hambriento, consolar al enfermo, visitar al preso (Mateo, XXV, 34). Basta reflexionar que la alternativa no es dios o el diablo sino Dios y el Dinero. "Nadie puede servir a dos señores porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. Nadie puede servir a Dios y al Dinero" (Mateo, VI, 24);Lucas, XVI, 13). De ahí las grandes dificultades experimentadas por los ricos para entender la realidad desde el punto de vista de Jesús(Mateo, XIX, 23;Marcos, X ,23; Lucas, XVIII, 24).

  8. ¿Qué hacer ante este mensaje tan claro y terminante? ¿"Interpretarlo" o aceptarlo como ha sido proferido? ¿Cerrar los oídos o abrir el corazón? Jesús nos muestra el camino: pedir perdón, convertir el espíritu, nacer de nuevo. ¿Cómo? ¿Nacer de nuevo? No estamos para esos trotes, cada uno tiene su historia (obviamente, también su cuenta bancaria, actual o posible). Todo es posible para quien cree. Esa es la respuesta de Jesús (Juan, III, 3). ¿Nos animaremos a creer, en serio?

I Sentido del misterio pascual
  1. La comunidad reunida en torno a Jesús nos indica la realidad. Pasado el susto y el asombro, por la Fe entendió que era el Cristo, que había muerto y había resucitado por la Fuerza del Espíritu. Así de simple.

    ¿Cómo expresó ese mensaje? Viviendo en comunidad, trabajando...

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