Anomalías y éxodo diplomático

La paupérrima gestión de Héctor Timerman al frente de nuestra cancillería será ciertamente recordada por muchos años. Sin espacio para los aplausos, pocos cancilleres en la historia argentina provocaron, por su estilo y desempeño, un rechazo tan unánime. Los cuestionamientos a la figura del actual canciller se acumulan, aunque con pedidos de reserva por parte de quienes los formulan, temerosos seguramente de ser objeto de una venganza como la sufrida recientemente por el empresario inmobiliario que osó comentar sobre la evidente parálisis que sufre su sector como consecuencia de los graves desaciertos de las políticas del gobierno nacional.Por otra parte, pocos cancilleres mantuvieron vacantes por tanto tiempo algunas de las sedes más importantes de nuestra diplomacia en el exterior. Tales son los casos de la OEA, Canadá, Suiza, la Unión Europea y las Naciones Unidas.Aunque parezca una verdad de Perogrullo, para ejercer la diplomacia se necesitan diplomáticos y la mayoría de los gobiernos entiende que se trata de un oficio sin espacio para la improvisación. En el caso de Brasil, es harto sabido que fue en gran parte mérito de sus diplomáticos que se haya constituido en la sexta economía del mundo, por encima de potencias tradicionales como el Reino Unido.En la otra vereda, los gobiernos del presidente Hugo Chávez en Venezuela y de Evo Morales en Bolivia expulsaron a gran parte de sus diplomáticos, algo que no sucedía desde anteriores etapas dictatoriales.En los últimos años, nuestro país ha asumido una política externa absolutamente dependiente de los caprichos del Poder Ejecutivo, muy desdibujada y sin rumbo, dejando a la Argentina prácticamente fuera del mundo, aislada y sin peso internacional, en una penosa situación que llevará mucho tiempo recuperar.Las decisiones en este campo se originan muchas veces en ámbitos ajenos y en algunos casos hasta enfrentados a la Cancillería, como el Ministerio de Planificación o la Secretaría de Comercio Interior. A la pérdida de foco sobre las mejores estrategias diplomáticas, se suma una peculiar práctica que consiste en el destrato a los diplomáticos extranjeros. Desde el Gobierno se desvalorizan los beneficios que la interlocución con las delegaciones extranjeras puede generar y, una vez más, tenemos por resultado la pérdida de valiosas oportunidades. La ofensa a los Estados que ellas representan tiene también un alto costo, un precio que no deberíamos pagar si se hicieran las cosas correctamente. No se puede...

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