Alberto simula una transición hacia la nueva normalidad

El cambio de estrategia esta semana fue evidente. Alberto Fernández buscó demostrar, a su modo, que la mayor parte de la Argentina ingresó en una incipiente etapa de poscuarentena, una nueva normalidad que aún genera desconfianzas. Con números de la Jefatura de Gabinete que señalan que hay amplias zonas del país en las que las actividades se retomaron entre un 80 y un 90 por ciento, y con 18 provincias sin nuevos casos de contagio en los últimos días, el Presidente busca enfrentar las críticas por la extensión del aislamiento a pura gestualidad.Se apartó un poco de las arboledas de la quinta de Olivos y volvió a trabajar a una semidesértica Casa Rosada para retomar su vieja rutina; en sus recorridas por el conurbano alternó hospitales con fábricas operativas para demostrar reactivación, y reforzó los viajes al interior para exponer que hay otro país fuera del AMBA. Aunque eso requiera elogiar las virtudes políticas de Gildo Insfrán. Equilibrista al fin, Fernández siempre incluye en sus salidas una provincia gobernada por un kirchnerista y otra por un no partisano. La semana pasada fueron Santiago y Tucumán; en esta Formosa y Misiones.Esta nueva dinámica que busca imponer el Presidente carece todavía de un plan orgánico de transición, que nunca existirá, según reconocen en el propio Gobierno. En pocos días más se develará el misterio de la deuda, el punto de partida que siempre imaginó para su programa económico. Empezará así su segundo semestre de gestión, que todos esperan que sea mejor que los de Macri, aunque los indicadores económicos auguren una catástrofe histórica. La carencia de una hoja de ruta fue planteada por la CGT en su reunión con los ministros Claudio Moroni y Matías Kulfas. Los gremialistas, inquietos por el frágil andamiaje que sostiene los puestos de trabajo, empujan junto con los empresarios la creación de una comisión de emergencia económica. El Gobierno los distrae con piruetas y baratijas.La reunión del gabinete económico de anteayer exhibió esa tensión entre los deseos y la realidad. Por un lado se resolvió empezar a segmentar la ayuda de los ATP en función de la situación de cada provincia, y también limitar su alcance, en un intento por avanzar hacia otra etapa (en el Congreso dicen que Cristina estalló de furia cuando se enteró de que los ATP también beneficiaron a importantes empresarios y por eso mandó a frenar un rato en el Congreso el proyecto de economía del conocimiento que impulsaba Kulfas).Pero al mismo...

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