Don Manuel y todos los viernes de la eternidad

El Santo Patrono de las contratapas y los columnistas jamás elige por anticipado el tema que tratará en su célebre artículo dominical. Asegura que esa tarea le quitaría el sueño y la libertad de creación. Al llegar el último día, cuando ya los editores se comen las uñas, Manuel Vicent se despierta con el ruido de los pájaros, camina parsimoniosamente un kilómetro hasta el puesto de diarios y regresa a pie admirando la frescura de la mañana. Su empleada, que lo conoce desde hace décadas, le pregunta siempre lo mismo: "¿Desayunará usted hoy, don Manuel?". El caballero español asiente y se aboca al café y a las tostadas mientras repasa los titulares y las notas de fondo. Luego se ducha y se viste con elegancia, y se sienta frente al teclado a las once en punto. Es en ese instante crucial cuando Vicent redacta la primera línea y se dedica durante sesenta minutos a terminar su pieza magistral para seguir con su vida. Está decidido que esa prosa sea hipnótica, más cercana a la poesía que al periodismo, y que el asunto venga en el momento y se realice como en trance al cabo de una hora exacta.Hace décadas que don Manuel brilla en la contratapa del principal periódico de Madrid, y no cabe la menor duda de que su excelso arte, basado en la improvisación y también en los años batallados y leídos, está entre lo mejor de la literatura en castellano. Una vez, mientras viajábamos juntos por las campiñas de La Rioja ibérica, me dijo: "¿Sabes lo que ha tenido que ver, vivir y meterse por la garganta Frank Sinatra para cantar de ese modo?". Se refería, en realidad, a sí mismo y a cualquier escritor verdadero, que teclea con la técnica y el talento, pero, sobre todo, con la mochila de la experiencia y las cicatrices del alma.Una tarde conversamos brevemente con la reina Letizia. Le pregunté cómo veía el periodismo, ahora que estaba del otro lado del mostrador. Letizia se quejó flemáticamente de las asombrosas inexactitudes que se publicaban sobre ella. Entonces Vicent tomó la palabra, y le dijo: "Pero, su alteza, ¿sabe usted cuál es la mejor definición de un periodista? Hombre cansado y quizá borracho que escribe de noche sobre algo que no sabe". A su alteza le tembló la sonrisa.Ya en Buenos Aires, cuando presentamos un libro contra la extravagante cocina molecular, Manuel...

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