Réquiem para una ilusión que se rompe bajo el peso de la realidad

Las dos muertes -la de y de - enmarcan realmente, y no sólo en forma simbólica, el inicio y el final del proceso de decadencia en que se inscribe, al parecer irremediablemente, la gestión presidencial de .Con Néstor Kirchner desapareció la aptitud política que daba sustento a un liderazgo personalista capaz de transformar a un candidato anémico en un líder tan rotundo como implacable en la reducción del Estado a su concepción del Poder Ejecutivo. Y que, por lo demás, como muy rápidamente se vio, concebía a la Nación como una dilatada Santa Cruz.Con Laclau se extingue el más refinado intelectual orgánico que encontró el populismo vernáculo para enmascarar, en el orden conceptual, sus desaciertos administrativos y el desenfreno oportunista que lo impulsó a transformar el padecimiento social en un capital político.Entre una y otra muerte media una tercera: la de . Ella también desamparó a la presidenta argentina y agravó una propensión personal al aislamiento a la que mucho contribuyó y contribuye su autosuficiencia, propensa desde siempre a hacer naufragar en su desconfianza toda tentativa ajena a la suya por encontrar soluciones sensatas a los problemas del país.El descrédito de la democracia republicana, la identificación del liberalismo con el conservadurismo y la oligarquía, el menoscabo de la libertad de expresión, la apología de los liderazgos caudillescos y la búsqueda incansable de mecanismos presuntamente legales para burlar la ley fueron, y quizá sean aún, aspiraciones que encontraron entusiasta acogida en la palabra de Ernesto Laclau. La obra del historiador y filósofo político, en especial La razón populista , brindó al kirchnerismo tardío la fuente propicia donde saciar su pasión por el enmascaramiento discursivo y revestir así, con un barniz teórico, una gestión de gobierno reñida desde su raíz, y salvo contadas excepciones, con la racionalidad, el equilibrio y la eficacia.Laclau no se propuso como filósofo del "modelo", pero adhirió con entusiasmo a él. A tal punto fue así que los promotores de ese "modelo" no tardaron en ungirlo como una de sus voces más autorizadas. Laclau, a cambio, alentaba al oficialismo de esta última década afirmando que era imperioso rescatar al populismo del lugar marginal al que lo habían condenado las ciencias sociales. Era indispensable comprender, afirmaba, cuál era su aporte a la consolidación de la democracia. El populismo, subrayaba sin inmutarse, era una forma de gobierno que permitía ampliar las bases...

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