El relato, de la negación a la apología de la relatividad

MADRID.- Pasa un día, inesperadamente. Uno llega de noche a la entrada de su casa, saca las llaves y abre sin mirar para atrás, sin mirar a los costados, sin reparar en el desconocido que camina a dos pasos de distancia.El fenómeno le ocurre tarde o temprano a cualquier argentino que se instala por un tiempo en Europa, tal vez también en otras latitudes: la "sensación de inseguridad" se materializa de repente por la negativa.Anecdótico pero sintomático, el alivio de liberarse de esa programación mental se mezcla con el tormento de descubrir cuánto puede arraigarse una disfunción social que la dirigencia política no deja de alimentar con su receta de indiferencia, acrobacias retóricas, medidas efectistas y vista gorda.El kirchnerismo sigue enfrascado en defender teorías de la comunicación de los años 30: la gente teme que la maten de un tiro porque lo dicen los periodistas. Incluso si fuera cierto, ese argumento desprovisto de acción gubernamental se revela temerario. El miedo impide vivir en paz. Y puede desatar conductas aberrantes, inhumanas, como la ola de linchamientos a presuntos ladrones que asombra a buena parte del mundo.Un país que disfrutó el período de crecimiento económico más importante en medio siglo se resigna a que morir en un asalto sea cosa de todos los días, a ver cómo el narcotráfico se instala como factor de poder, a la justicia por mano propia, al desarrollo feudal de las barras bravas.Contraste cruel, días atrás el gobierno de la Comunidad de Madrid publicó las cifras oficiales de criminalidad 2013. En la capital y la provincia (un área de 7 millones de habitantes) se registraron tres homicidios en ocasión de robo en todo el año. El índice no paró de descender, pese al...

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