El golpe: una caída de película

LONDRES.? Una película macabra, con Robin Soderling como protagonista y rodada en Roland Garros en 2009, se proyectaba en la cabeza de Rafael Nadal. Conocía el final, pero peleaba inútilmente por cambiarlo. Esta vez el malvado no era sueco, sino checo, pero los rasgos básicos eran los mismos: un tipo que le jugaba como si él no fuera Nadal, como si no estuvieran en la cancha central del All England, como si se tratara un partido anónimo, insignificante. La proyección malévola dejó de atormentar a Rafa tres minutos después de las diez de la noche.Ese lugar legendario y respetable hacía rato que se había transformado en algo muy parecido a una cancha de fútbol. Lukas Rosol, el villano en cuestión en la pesadilla de Rafa, ya había devenido en héroe para buena parte de los 15.000 testigos directos de su hazaña, que lo habían apoyado como si fuera un ser querido. "¡Lukas, Lukas!", le gritaban a esta espiga flexible de 1,96m, que jugó y ganó el partido de su vida. Es cierto que, para alguien que hasta ayer había estado en apenas cinco torneos de singles en Grand Slams, no era difícil superar sus propios récords, pero el que consiguió anoche es de los que no necesitan comparaciones. Lo espera en la tercera rueda el alemán Philipp Kohlschreiber, pero Rosol disfruta esta hora. Su hora.El tenis alimenta su interés en la incertidumbre, en el misterio que encierra todo juego en el que no se gana ni se pierde hasta el último punto. Pero el tenis, también, hace su historia con nombres propios, con jugadores que les ponen un límite a esas dudas, que invitan a apostar por el destino de un partido. De Nadal sabemos que sobreviviría a un ataque nuclear; su leyenda está hecha de reacciones épicas, regresos imposibles para cualquier otro humano. Vive mucho más de eso que del lucimiento o la genialidad. En esa certeza radicaba la tensión que flotaba en la cancha: en algún momento, Rosol tenía que aflojar. Pero si algo asombró en la actitud del muchacho cuyo triunfo más recordado fue "contra Jürgen Melzer en Roland Garros, el año pasado", como él mismo respondió más tarde, fue no haberlo permitido jamás. Se plantó como un top ten cuando empezaba la tarde y terminó así, con la noche cerrada.Hace cuatro años, cuando Rafa y Federer ofrecieron aquella final inolvidable, Wimbledon empezó a sentirle el gusto al tenis en penumbras. Anoche, esa sensación aquí casi desconocida sumó la de la cancha cerrada, circunstancia que alimentó la controversia porque ocurrió cuando la voluntad de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR